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Mi pesca de la angula

10 de Julio del 2016 - Antón Corostola (Avilés)

Hace varios días, se publicó en un diario nacional una información sobre la exportación ilegal de angulas desde España a China. La fotografía que ilustra el texto, una mano con un puñado de angulas, despierta mis recuerdos de infancia en San Juan de Nieva ("San Juan del lao de allá"), a mis ochenta años, en pleno centro de Castilla.

Ya desde niños, mis primos y yo pescábamos angulas a escasos cinco metros de nuestras camas, desde una escalera de piedra junto a nuestras casas, que había construido el abuelo Pachico en una concesión para edificar su primera casa sobre la propia playa. Era el año 1912. Después construyó la segunda, hoy Casa de Pachico, sobre un antiguo almacén de la RCA. Era el año 1920. Lo hacíamos, pescar angulas, en pleamares de ocho de la tarde, ya noche cerrada, era invierno, después de días de mucha lluvia, agua embarrada (en nuestro léxico, "arroyada") y buen tiempo, con útiles sencillos: un cedazo (similar a un colador de un metro de diámetro, con mango de dos metros), una caja de jabón del Chimbo con unos agujeros para drenar el agua, y un farol de vela. A la mañana siguiente, nuestras madres mataban la angula con tabaco, la cocían y la secaban en un mantel sobre la mesa. Si había suerte y nuestra tía Maruja, "la relaciones públicas de la familia", no la requisaba para regalar a amigos de nuestro abuelo, él mismo, su hermano Carlos, mi padre, mi tío y nuestro tío político y padrino mío, Antón el de Aniceto, daban buena cuenta de ella. No era comida para chiquillos.

Las vueltas que da la vida. Hoy lo recuerdo desde esta hermosa ciudad que es Alcalá de Henares, pero sin angula.

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