El buen artista

12 de Julio del 2016 - Rafael Tarsicio Fernández (La Fresneda (Siero))

-Ahora hay más música mala que nunca. Lo dijo un amigo mío hace poco, en una charla de tantas, y me hizo pensar. No sé cuán de lejos viene, pero de un tiempo a esta parte se oyen muchas frases del estilo, criticando la música actual, como si nuestra generación hubiera alcanzado la cima del mal gusto. Parece que somos nosotros, que lo hemos logrado, que hemos batido el récord de la ignorancia con nuestros Pokémons, nuestros botellones y nuestr@s mujhombres. Lo parece.

Primero, creo que más de uno debería ponerse Midnight in Paris en bucle, como terapia de choque contra la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor. No caigamos en el error de creer que el mundo ha perdido su encanto justo ahora que nos toca a nosotros vivir en él. Y segundo, pienso que estas afirmaciones son, cuanto menos, simplistas. Os invito, queridos lectores, a pensar un momento antes de uniros a una ola fácil de surfear y a simple vista lógica y cierta. Arrimarse a colectivos dogmáticos es muy cómodo, pero lo cómodo y lo verdadero rara vez van unidos (no, no todos los miembros de Podemos hablan de dinamita en herriko tabernas ni todos los de Ciudadanos saludan al sol en manifestaciones de Democracia Nacional, por muchos vídeos y artículos que compartamos en Facebook).

Antes de entrar en materia, hay que pararse a definir lo que es la mala música (que por supuesto, la hay). Me parece acertado partir de la base de que la calidad es objetiva, aunque el gusto de cada cual no lo sea. Millones de personas en el mundo disfrutan más a Pitbull que a Beethoven (me parece perfecto. Contra gustos no hay disputa), pero sólo un reducidísimo número de idiotas dirá que el bueno de Pit es mejor músico que el genio de Bonn. En definitiva, la calidad artística es objetiva e innegociable, sólo que el ser humano, limitado y subjetivo, no siempre tiene la capacidad de apreciarla; cuanto más esté instruido en la materia, más podrá afinar su veredicto.

Sale al ruedo entonces otro recurso fácil, el de definir la música mala (o menos buena) como comercial. Bajo mi punto de vista este término no puede ser más desacertado, pues no olvidemos que el grupo más comercial de la historia es The Beatles. Pero es que no sólo ellos, Red Hot Chili Peppers, Rolling Stones, Arctic Monkeys, Bruce Springsteen y un larguísimo etcétera también tienen un sonido comercial, porque comercial es una palabra asociada al comercio y no al arte, por lo que debería ser manejada por productores, no por músicos. La calidad es un concepto totalmente ajeno a la capacidad de un producto de ser comerciado.

Así pues ¿dónde está la frontera que separa la mala música de la buena?

Pienso que la respuesta está encerrada en una cita de Picasso (puede no serlo porque la leí en internet, ya se sabe): el mal artista imita, el buen artista roba. Así es Pablo, punto para ti. Ser bueno en algo siempre te va a requerir dos ingredientes innegociables: talento y esfuerzo, siendo este último aún más importante. Nadie va a llegar a ser un genuino pintor sin antes haber estudiado concienciudamente los trazos de Goya, o las composiciones de Van Gogh. Les analizas, repasas y observas, como un ladrón que estudia la zona antes de dar el golpe. Después les robas fríamente, con descaro y sin remordimiento. Más adelante, y aquí es donde se te perdonan tus pecados, aportas el talento, añades tu magia personal a lo que has escamoteado y das con la innovación, encontrando otro punto de partida al que ni Goya ni Van Gogh habían llegado, y le devuelves así al arte lo que le habías quitado. El ritual se completa.

Por eso puedo afirmar sin miedo a equivocarme que músicos como Jack White son BUENOS, porque más allá de críticas y análisis, más allá de esta canción suena a Buddy Holly y aquella a los Gipsy Kings, Jack White ha conseguido sonar a Jack White. Y sin duda, para conseguirlo ha exprimido (robado) hasta la última gota de la música que ha escuchado.

En la otra cara de la moneda está el mal artista, el imitador. El refrito.

Es cierto, las radios nos están vendiendo el mismo producto una

y otra vez. Las productoras han descubierto que la duración perfecta de las canciones está entre 3:00 y 3:40; si dura menos puede que el estribillo no llegue a calar, y si dura más puede que el consumidor se pierda. Han descubierto que los discos de 12 canciones son mejores que los de 20 (menos trabajo de estudio), y que por la misma razón es mejor y más efectivo sacar singles que álbumes. Que las series de acordes I-IV-III-V y sucedáneos son muy eficaces (Enrique Iglesias, Chino y Nacho, Rihanna, Calle 13, Evan Cassidy, Coldplay, Imagine Dragons sois culpables). Que si nos vale estrofa estribillo - estrofa2 estribillo - variación/solo/rapverse - estribillox2, para qué complicarse. Que la gente se lo traga.

Hasta aquí, queridos amigos de la-música-de-hoy-en-día-es-una-mierda, estoy con vosotros. Solo que yo no creo que esta música sea la verdadera representación de todo lo que se escucha en nuestros días. Cuando oigo a mi amigo decir que la música actual es peor que la de otras épocas no puedo estar de acuerdo, porque de hecho pienso que es igual o mejor, gracias en gran parte a ese gigante que es Youtube. Si quieres música rap, encontrarás a los mejores raperos en la red. Si te apetecen sesiones de House las tienes todas a tu disposición, y si lo que buscas es jazz al estilo de Miles Davis, seguro que no tardarás en dar con un trompetista moldavo que hace arreglos sublimes sobre sus piezas. La música está ahí delante de nosotros, sólo hay que cogerla. Requiere un esfuerzo claro, las radios no te van a traer lo que tú buscas en una bandeja, pero es que no nos confundamos, no es su obligación. Según yo lo veo, vivimos en una época en la que no sólo la música no es mala, si no que es mejor y más variada que nunca. Hay mucha más competencia y mucho más ruido, por eso a los músicos jóvenes o nóveles, entre los que humildemente me incluyo, nos cuesta tanto salir afuera. Cientos de bandas de todo el mundo están atacando la red con todo lo que tienen para ser escuchados. Es la jungla. Y me encanta.

No disparemos tan rápidamente contra la época que nos tocó vivir, pues no tiene la culpa de nuestra vagancia. Dentro de la clasificación de los grandes males que asolan este mundo, el consumismo ocupa una posición intermedia. La música a la que llamamos mala no nos representa. El espectro al que va dirigida está muy estudiado: jóvenes de entre 11 y 17 años, y si son de 11 mejor que de 17. ¿Por qué? Porque son los más engañables, o, hablando mal y pronto, los más tontos.

La industria sabe que en el mundo adulto los gustos son estáticos. Mi padre, por ejemplo, lleva escuchando a Serrat desde siempre (doy gracias a Dios), y seguramente si Serrat saca un nuevo disco lo comprará; pero a mi padre ya no le va a engañar ningún Justin Bieber.

La buena noticia es esa: los Backstreet Boys y las Spice Girls ya no están en nuestras vidas, Britney Spears está totalmente fuera de la onda (probina) y pronto caerán Miley, Justin y los demás. También diré que no tengo nada contra estos tipos ni contra nadie que haga música, pero mientras las Britneys se siguen haciendo gordas y feas y dejan de interesar a los bobos a los que interesaban, David Guimore o Paul Mcartney seguirán llenando estadio siempre que les venga en gana. Los del grupo 1 se retirarán siendo ricos, es cierto, pero los del segundo trascenderán. Es algo mucho más valioso y es en lo que nos debemos centrar: el presente es injusto, pero el tiempo pone a cada uno en su lugar, y por eso la historia nos hablará de John Lennon y de Bob Dylan, igual que nos habla de Bach y de Haydn. Sabemos que los chavales de 13 pasarán a tener 33, y habrá que inventar nuevas trampas para que los jóvenes futuros paguen grandes masas de dinero. Pero la calidad juega en otra liga, son dos mundos distintos: el nuestro y el suyo. El mal artista y el buen artista. El imitador y el ladrón.

Para concluir: ¿De quién es la culpa entonces de este bombardeo imparable de música precocinada? ¿del artista que se prostituye? ¿De las discográficas y productoras que sacan artistas y canciones para hacer dinero con la fórmula fácil? ¿de las emisoras de radio que le dan al público lo que quiere? No lo creo. La verdad es bastante más dura de oír: la culpa es nuestra.

No hay absolutamente nada que reprochar a esta gente, en serio. Puede que su único pecado sea no querer a la música lo suficiente, no cuidarla, no protegerla. Pero ellos quieren hacer dinero y la música no es su fin, es su medio. Siempre que haya un tonto habrá alguien detrás intentando aprovecharse de él, y no lo veo mal, es ley de vida.

Yo no tengo ni idea de economía, pero sí que entiendo los conceptos de oferta y demanda. ¿Creemos que tenemos un gran gusto musical y que sentimos un gran amor por la música? ¿queremos combatir esta situación tan grave y perjudicial? pues no tiremos balones fuera y no hagamos uso de esa manía tan española de echarle las culpas a otros. Cojamos las riendas, salgamos de casa. Vayamos a conciertos. No hace falta arruinarse, vayamos a los conciertos más baratos, a los conciertos locales, y cantemos las canciones a grito. No voy a ser hipócrita diciendo compremos discos, porque creo que la cantidad de música que queremos consumir es mucho mayor a la que los bolsillos de la mayoría de nosotros pueden permitirse, pero por lo menos, compremos los discos esenciales. Los que nos ganaron.

Hablemos de música, compartamos canciones, demandemos calidad. Hagamos que nos la ofrezcan.

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