Los violentos
Tordesillas. Europa Occidental, año 2016. Los cargos electos de los partidos municipales entierran sus diferencias irreconciliables para apelar a más altas instancias a fin de que les dejen algún hueco legal para alancear despiadadamente a un animal en un acto bárbaro, anacrónico y salvaje.
Se dice que los antiguos griegos dejaban de guerrear para acudir a los juegos olímpicos, pero claro, no era lo mismo. Ellos, a cambio, inventaron la democracia y la mitad de los conceptos que usamos hoy en día, como el mismo vocablo bárbaro, que era como decían ellos, lo que hablaban los incívicos pueblos de más allá de sus límites.
Ese pueblo castellano sigue más allá de las fronteras del siglo, una isla anclada en una cerrazón que les impide ver lo evidente; que ese festejo por el que son famosos es propio de un pueblo cruel, atrasado, ignorante y feroz, que apela a una costumbre como todo argumento, como si el uso reiterado de algo fuera evidencia a tener en cuenta. La esclavitud, las decapitaciones públicas, la venta de niños o la ablación son igualmente costumbres, o lo fueron y no es difícil percibirlas como aberrantes. Por eso en la Europa de hoy la ley las niega y hasta persigue.
Pero no es ese infame pueblo el único, desafortunadamente es apenas el mascarón de proa de una incontable lista de localidades en las que catervas de borrachuzos lo pasan divinamente torturando animales mientras va pasando el verano. No hay cultura en ello, sólo negocio, degradación, dolor, violencia los representantes de estos partidos van a contrapié, a pesar de sus trajes, sus corbatas y maletines no son más que espantajos de otros tiempos.
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