Sacudida en Alcorcón
La rotunda victoria de la Agrupación Deportiva Alcorcón, infligida al todopoderoso Real Madrid de los llamados galácticos, supera con mucho el puro resultado deportivo y llegó a consideraciones de fenómeno sociológico.
Esta localidad madrileña, Alcorcón, situada el suroeste de la capital de España, es en sí misma el ejemplo de una ciudad que ha sabido transformarse socialmente (en el año 1960 sólo tenía 3.500 habitantes) y proyectarse al futuro gracias al esfuerzo de sus gentes. Deportivamente hablando, lo acaba de demostrar al dejar K.O. al Madrid futbolero, resultando muy bochornoso, primero, por ser vos quien sois, y, seguidamente, por el esfuerzo económico que recientemente ha hecho Florentino Pérez para contar en sus filas con algunos de los mejores futbolistas del mundo.
Lo ocurrido estos pasados días en el campo alcorcoleño de Santo Domingo tendrá indudablemente sus explicaciones técnicas y sus consecuencias en el terreno deportivo, pero dado que una buena parte de la crítica fue dirigida a la actitud exhibida por los integrantes de la expedición blanca, la crítica moral del 4-0 debería extenderse también a la autosuficiencia y a la soberbia con la que se han presentado unos futbolistas que no han demostrado ser más profesionales –aunque sí mejor pagados–, que los del modesto Alcorcón.
El equipo del Real Madrid, con un presupuesto de más de 400 millones de euros, es decir, un ejército invencible de Florentino Pérez, ha sido humillado por una disciplinada tropa de Segunda División. Ha resultado ser uno de esos encuentros que en ocasiones regala el fútbol. Y no por la derrota blanca en sí, que a cada cual le sentará según la vaya la feria, sino por la tremenda bofetada que se ha llevado una determinada forma de hacer las cosas en el plano económico. Máxime en los tiempos que estamos viendo.
El proyecto imperialista de Florentino Pérez ha sido superado por unos entusiastas del balón cuyos sueldos son un mal chiste comparado con los de los galácticos, lo que viene a desvelar, una vez más, que el señor Pérez ha construido un proyecto megalómano que, puestos a decir verdades, pareció tener los pies de barro. El jugador que más cobra en el Alcorcón tiene una ficha de 48.000 euros y el que menos 25.000. En cambio, Cristiano Ronaldo, por citar el de más elevado rango, percibe 25 euros cada minuto que respira; 1.504 a la hora, para llegar al fin de mes de todos los meses, con 1.083.000 euros.
El pasado 29 de julio, en estas mismas páginas de La Nueva España, relacionado con el equipo blanco, entre otras cosas, escribíamos: «Ciertamente, el regreso de Florentino Pérez ha vuelto a ilusionar al madrileñismo futbolero porque está formando un equipo de primeras figuras, pero...».
Pero, lamentablemente, hoy, seguimos creyendo que no todo se compra con dinero. Dinero que, es este caso, no es del Real Madrid, sino que ha sido prestado por los españoles. El señor Pérez acaba de comprobar en el campo del Alcorcón que el talonario no lo puede todo y menos cuando se trata de un juego como es el fútbol. O, al menos, cuando la mayoría de aficionados creemos que eso tiene que ser.
Con frecuencia olvidamos que el fútbol tampoco es una ciencia. Es un deporte/entretenimiento que, porque la vida es un tanto aburrida, a quienes lo practican los tenemos ensoberbecidos. Con la desigualdad de que a estos gladiadores se les paga millones para que nos hagan olvidar durante noventa minutos nuestras miserias, que van increscendo con la edad.
En este mundo aparte que hemos fabricado, los jugadores del Real Madrid son de los más mimados. Llegaron a Alcorcón muy cabreados, porque el entrenador no había desistido de concentrarlos para este partido contra lo que ellos creían, que sus rivales eran unos «mindundis» de la Segunda División.
Las estrellas futboleras no suelen salir al campo a desplegar virtudes, ni a divertirse, sino a ganar dinero, Pellegrini, como técnico, puede ser muy bueno, pero ignoramos si sabe inculcar a sus chicos la exigible responsabilidad corporativa y la ilusión necesaria de saberse integrantes de uno de los equipos más representativos del planeta.
Puede decirse, pues, que el equipo blanco ha tenido su particular Waterloo, calificado como uno de los mayores ridículos de la historia del club. Pero, ojalá el Madrid consiga nuevos laureles, resuciten antiguas magias y le queden muchas tardes de esplendor en la hierba.
Mas jamás deben olvidar el ejemplo de Alcorcón y que en lo sucesivo tiene que servir de reflexión al equipo merengue, ya que nunca el dinero va a garantizar el triunfo.
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