La UE y el turismo en Asturias
He leído con tanta atención como interés la jugosa entrevista que María José Iglesias ha hecho a Jean Luc van der Brande, presidente del Comité de las Regiones de la UE, y que su periódico publicó recientemente. De las palabras del señor Van der Brande deduzco con verdadero espanto que, a estas alturas, el turismo sigue siendo, a su juicio «una clara posibilidad para una región tan bella (como Asturias), que es un auténtico diamante dentro de Europa», por lo que reconoce que «tiene muchas más posibilidades que otras regiones (europeas)». Y digo que me he quedado espantado por las declaraciones del experto belga porque yo estaba plenamente convencido de que ya hace muchos años que Asturias era un preclaro y valorado destino que se estaba batiendo el cobre en la dura competencia que existe en el llamado mercado turístico. ¿No somos, como se nos dice desde las instancias competentes del Gobierno regional, una referencia obligada a escala nacional en materia de turismo rural desde hace más de dos décadas? Pues no hay congreso sobre la materia en España en el que no haya un turisperito asturiano que exponga a los cuatro vientos nuestra sin par experiencia en ese campo. ¿No ha sido el turismo rural la clave del éxito indiscutido, e indiscutible, del tan valorado y espléndido desarrollo que está teniendo lugar en el concejo de Taramundi desde fines de la década de los ochenta del siglo pasado? ¿No han surgido como las setas casas de aldea en todo el territorio asturiano? ¿No se han dedicado cuantiosas inversiones públicas y privadas a la apertura de museos de todo tipo, parques temáticos sobre la historia, dinosaurios, cuevas rupestres artificiales, mercadillos medievales y múltiples sendas tanto acá como acullá? Pues, entonces, cómo puede un experto de tantas campanillas como el señor Van der Brande decirnos que Asturias, a pesar de su indiscutida belleza, sigue teniendo, todavía, y a pesar de tantas inversiones en oferta básica y complementaria y tantos gastos sin duelo en promoción nacional e internacional, meras posibilidades en el tema del turismo? ¿Es que todavía seguimos en el parvulario y aún no sabemos desenvolvernos con buenos resultados en esta tan debatida materia?
¿Y qué es eso de que «cada ciudad, cada región, tiene al menos un valor añadido (sic) y (por tanto, Asturias) debe definir un objetivo que cumplir» y sigue siendo, a estas alturas, «una cuestión que habrá que afrontar tarde o temprano»? ¿Es que todavía no se ha afrontado? ¿Y a qué llama Van der Brande valor añadido en el campo del turismo? ¿No se referirá a los atractivos turísticos de la región? Y si es a eso a lo que se refiere cuando habla de valor añadido, ¿por qué no llama pan al pan y vino al vino. ¿Es que basta para conseguir el desarrollo turístico de Asturias con disfrutar y ofrecer su tan cantada belleza? ¿No es preciso, además y sobre todo, capacidad empresarial, creatividad en la oferta y medios financieros hoy inexistentes, si queremos conseguir lo que queremos y al parecer aún no hemos conseguido?
Son, como ve, un tropel de preguntas las que surgen en la mente de cualquiera que lea la interesante entrevista de María José Iglesias al señor Van der Brande. Preguntas que no deberían caer en saco roto sino encontrar una pronta e inteligente respuesta por parte de quien proceda.
De momento nos cabe el paño de las lágrimas de la promesa de que habrá dinero de la UE; pero, claro, aclara Van der Brande, «siempre que las iniciativas cuadren con los objetivos». ¿Cuadrarán?
Francisco Muñoz de Escalona, Salas
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