¿Votarán los canes en próximos comicios?
Mi amigo Bras, al que muchos de Vds. ya conocen, jubilado, pesado y observador él , diariamente me da la vara con distintos planteamientos que me sacan de mis rutinas y me hacen pensar más de lo que merezco y deseo a mis años. Ayer, sin ir más lejos, me comentaba un tema en el que los protagonistas eran los perros.
Ahora que sabemos me decía que estos fieles amigos del hombre tienen alma, que los queremos tanto, que no solemos abandonarlos y que muchas veces son parte integrante de la familia, solo nos queda el saber si pueden participar en los futuros comicios consistoriales. Por lo que observo, si no están autorizados a hacerlo ahora seguramente lo podrán estar en un futuro próximo.
¡Hombre, pero por qué dices eso, no lo creo!, ¿estás loco? le digo. Pero sigue machacándome:
Me pregunto por qué consienten que las calles de muchos de nuestros pueblos, entre tanto no las limpia el barrendero de turno, están sembradas de pis y boñigas de chucho llegando, muchas veces, a nuestra casa importadas en las suelas del calzado que portamos, quedándose sus restos perfumando toda la morada. O como mal menor azotando el olor a nuestras napias nada más poner el pie en la calle. Sus dueños salen a airearlos paseándolos asidos de la correa con todo el derecho del mundo pero parece que sin llevar en su bolsillo una simple bolsa de plástico para recoger las inmundicias que su mascota genere, al tiempo que les dejan marcar territorio en la bajada del canalón, en la puerta del vecino, o donde proceda. Eso sí, en la puerta de ellos suelen impedirles tales actos. Las autoridades municipales hacen caso omiso a estas infracciones mirando para otro lado y descargando el peso de la ley, como el otro día hicieron con mi sobrino. Lo multaron con una receta de varios cientos de euros al ser cazado in fraganti delito orinando en un callejón escondido. Lo cierto es que no tuvo más remedio que hacerlo el pobre ya que el cambio brusco de temperatura al salir de la iglesia hizo que su próstata se disparase. De nada le valieron sus razonamientos ante la autoridad. Pero, a pesar de todo, dio gracias al cielo por no haberse visto obligado a hacer otras necesidades ya que, de hacerlo, podría arruinarse con la multa que le podría caer.
Estas faltas de respeto hacia los demás son más permitidos e igual de castigados ahora que en tiempos del Quijote, hace más de cuatrocientos años. Es decir: mandando limpiar con fondos del erario público y dejando campar a sus anchas a los ensuciadores de turno. En aquellos tiempos de Cervantes estaban bastante más avanzados en temas de estas inmundicias ya que, por lo menos, te daban una oportunidad de librarte de ellas al grito de: ¡agua va! A nosotros, en muchos pueblos, solo nos queda el caminar atentos evitando todo lo posible para no meter la pata en algún pastel plasmado en la acera.
Son tantos los canes que hacen sus necesidades donde les da gana que el molestar a los alcahuetes que los conducen con bandos y sanciones significaría ponerlos en contra de la autoridad competente y hacerles dudar, al mismo tiempo, a quién van a votar en próximas elecciones locales. Imagínense si para entonces pueden votar, además de ellos, sus mascotas... nunca se sabe. Entre tanto hacen bien aplicando la prudencia y actuando así, es mejor no meneallo mientras el pueblo no proteste. Los sufridos ciudadanos pagadores de impuestos tendrán que seguir echando pestes contra ese casi 50% de la población en España, dueña de mascotas, enemistándose poco a poco con ellos al tiempo que se imaginan que huele a colonia.
¡Qué cosas dice este hombre, siempre protestando!
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