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Regiones devastadas

23 de Julio del 2016 - Ramón Alonso Nieda (Mesa Riegos (Arriondas))

“El Partido Popular ha ganado las elecciones. El único, junto a ERC, que ha aumentado el número de votos. Explicar este repentino retorno de votos a sus candidaturas se antoja difícil sin hacer un juicio sobre la moralidad de sus votantes”, escribe el profesor Bastida en su tribuna “Rajoy como problema”, en LA NUEVA ESPAÑA del 9 de julio. Un retórico sabría precisar si en ese párrafo se utiliza la preterición o la litote. Los profanos las confundimos, y para el caso viene a ser lo mismo: el señor Bastida se pronuncia sobre la moralidad de los votantes del PP cuyo éxito, a su juicio, se explica perfectamente a partir del dato de que sus electores son pasablemente crápulas.

“La verdad es que cuesta comprender que en comunidades autónomas como la valenciana o la balear se premie al partido que las saqueó”, jadea cuesta arriba el profesor en el arranque de su argumentación. Que en Andalucía y en Asturias se venga premiando al PSOE durante cuarenta años no parece sorprender al señor Bastida. Si algún saqueo sufrieron estas regiones, sería a manos de los Almorávides. Los andaluces y asturianos que votan socialista son ciudadanos probos que siguen al pie de la letra los postulados de la “Ética de la razón pura” editada por Manuel Iglesias (que también se llama Pablo).

El bloqueo lo produce la candidatura de Rajoy, a quien Sánchez y Rivera no pueden apoyar ni por activa ni por pasiva. “No es que haya un empecinamiento pueril de estos dos dirigentes en desplazar a Rajoy; es que este rechazo es un compromiso con sus electores”. No parece reparar el señor Bastida en que el mantenimiento de ese rechazo les costó a Rivera y a Sánchez trece diputados y medio millón largo de votos, mientras el mantenimiento de Rajoy le valió al PP catorce diputados más y setecientos mil votos nuevos.

Pero un millón de votos no invalidan un argumento. Si la investidura de Rajoy fracasa, del atasco institucional nos sacaría el Rey fungiendo de fontanero, sacándose de la real manga un candidato no votado, convirtiendo en papel mojado ocho millones de votos. La propuesta progresista es que Felipe VI “borbonee”. Como Isabel II, como Alfonso XIII. El borboneo de Isabel terminó con La Gloriosa; el de Alfonso XIII, aquel 14 de abril.

“Ya se ha visto que el PP tiene una sólida base electoral, sociológica e ideológicamente vinculada a la derecha franquista”. Por fin saca el profesor a la madre del cordero del corral. La supuesta vinculación con la derecha franquista es el fundamento infundado de toda deslegitimación de cualquier opción conservadora. Cualquiera que defienda la fidelidad frente a la promiscuidad, la natalidad frente al aborto, el trabajo y el mérito frente a la subvención clientelar, la iniciativa privada frente a la gestión pública desincentivadora, es en cualquier país desarrollado un conservador perfectamente respetable. En España es un miembro denostado de la derechona “insolidaria” y “cruel”; un facha y un franquista segregado en un “apartheid” de infamia.

La estela de episodios sombríos que arrastra el PSOE en sus 137 años de recorrido es alargada. Sin embargo, identificar este partido anquilosado que administra Asturias bajo la dirección de un inspector de minas, y que asegura a sus pobladas nomenclaturas un vivir sin sobresaltos, con la izquierda sociológica de sacas y de checas del Frente Popular, ¿no sería excesivo? Tan excesivo como identificar la derecha y el franquismo. Por eso la tribuna del profesor Bastida, a pesar de su embalaje universitario, no deja de ser una pieza más de esa ideología sumaria que impregna hasta la saturación la enseñanza pública primaria, los institutos de Secundaria, cierto periodismo y no pocas parroquias. Un maniqueísmo reductor, de buenos y de malos, que permite a la mitad de la población darse la buena conciencia de sentirse buena sin que les cueste un duro; sólo por pensar mal e insultar a la otra mitad.

Derechas y franquismo no son sinónimos. Se lo puedo demostrar con un argumento irrefutable: soy conservador y de derechas. Y nunca fui franquista. Nunca. ¿Todos los socialistas podrían decir otro tanto? ¿No hay mucho franquista suelto con una revolución pendiente?

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