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La Revolución del 34

3 de Diciembre del 2009 - Ricardo Luis Arias (Aller)

Aniversario y conmemoración por todo lo alto y por todas partes, de lo que fue un levantamiento armado contra un gobierno legítimamente constituido de una flamante y bien recibida república. Si bien ésta, tan mal servida por unos y otros -derechas e izquierdas-, iba ya de cabeza hacia su sovietización de la mano de Largo Caballero, Indalecio Prieto y otros socialistas de índole revolucionaria. Que nadie nos amañe hoy la historia, porque esta es la realidad de cuanto ocurrió en 1934 y luego en 1936. Y los que lo vivimos, en el caso de uno siendo un niñato, nadie nos puede dar gato por liebre.

La Revolución en Asturias, pues, fue una engañifla al trabajador y minero. Éste, desde la inútil y despótica monarquía de los Borbones (reyes, los de la baraja, dicho sea una vez más), vivía oprimido, miserablemente retribuido y tiranizado, siendo ello explotado, coyunturalmente, por Largo Caballero y los suyos para establecer en España, con las armas, una dictadura made in soviética. En democracia, y no en putocracia, los cambios políticos se hacen con urnas, y no con armas. Y en esta línea estaba Julián Besteiro y otros buenos y leales socialistas, que defendían, con las urnas, una República democrática y libre de toda tiranía, ya fuera capitalista o como la que imperaba en la URSS, de tan doloroso y triste pasado.

Naturalmente, engañados, sí, los mineros asturianos se lanzaron a la calle, con dinamita y lo que fuera, el 5 de octubre de 1934 -como antes hicieran, en 1917-, en defensa de un trabajo debidamente retribuido y una vida digna, hasta entonces vetados por un capitalismo tirano y monárquico. Y ya sabemos lo que ocurrió: sangre, destrucción y muerte, sobre todo en Oviedo. Unos, los más, los mejores, fueron un ejemplo de bravura y heroísmo, tanto en Campomanes como en la citada ciudad, que quedó completamente destruida, en la que los vándalos de siempre se ensañaron a placer. Los otros, los pescadores de río revuelto, los caínes, los canallas y asesinos, que son los menos, protagonizaron hechos criminales como la matanza de los ocho hermanos de La Salle, en Turón, pongamos como un solo y doloroso ejemplo.

El mejor ejemplo de nobleza y heroicidad por parte de los mineros atacantes se dio en Ujo, en donde uno vivió la Revolución del 34 (aquí lo comentamos ya, Cuando los del 34, 24-XI-2004), presenciando la toma de La Bastilla, o cuartel de la Guardia Civil, oculto detrás de unas soleras del ferrocarril, muy cerca del lugar en el que resultó muerto un atacante. No hubo ensañamiento alguno. Y guardias civiles, dos sacerdotes, los hermanos de La Salle, hermanas dominicas y el director de la empresa Hullera Española, Rafael Belloso, fueron incluso protegidos por una guardia permanente. He aquí una revolución ejemplar, en un pueblo ejemplar. Esto sí es conmemorable.

Sofocada la revolución, aquí, los líderes se diero el piro, llevándose alguno las perras del Banco de España. El pato lo pagaron luego los engañados mineros, que sufrieron encarcelamiento y una feroz represión. Y hambre también en muchos hogares.

Triste y doloroso capítulo es este de los sucesos revolucionarios del 34, cuyo recuerdo debemos dejar únicamente a la historia.

Ricardo-Luis Arias, Aller

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