Ha echado a andar la legislatura
Con la constitución, el pasado martes, de las Cortes Generales y la elección de sus respectivos órganos rectores, arranca formalmente el proceso que debería conducir en breve a la elección del presidente del Gobierno y, tras ella, a la formación de un Ejecutivo que ponga fin de una vez a una situación de interinidad política tan disparatadamente prolongada como dañina para los intereses generales del país.
Ha comenzado pues la XII legislatura y Ana Pastor ha sido elegida presidenta sin dificultades, con los apoyos previstos y alguno más. Incluso los socialistas, que no la votaron, reconocían abiertamente su respeto por su trayectoria y su talante. Cosas de la política que llevan a respaldar a quien no gusta y rechazar sin embargo a quien cuenta con el beneplácito de aquellos que le niegan el voto.
El PSOE no ha conseguido hacerse con el control de la Mesa del Congreso como en la asamblea anterior, y Pedro Sánchez, con aspecto meditabundo, nada que ver con el candidato que hace solo tres mese se veía ya a las puertas del palacio de la Moncloa y acusaba a Rajoy de soledad y ensimismamiento. Actualmente es esa la impresión que transmite un decepcionado líder socialista que además acumula serios problemas en su partido, aunque no los quiere ver.
En una situación de normalidad, que no estuviera influida de los odios numantinos nacidos de la investidura fallida del líder del PSOE, la cuestión no ofrecería duda alguna: el candidato del partido ganador sería elegido sin más presidente del Gobierno por la elemental razón de que la única alternativa a esa elección resulta sencillamente inaceptable: la disolución de las Cortes y la celebración de unas terceras elecciones casi un año después de las primeras. Queda por tanto un asunto primordial por solventar: el Gobierno de la nación.
Faltan días para la investidura. Rivera quería retrasarla a finales de agosto, pero explican en el Partido Popular, con sobrada razón, que no da tiempo a aprobar el techo de gasto que permite elaborar los Presupuestos Generales, que deben entrar en el Congreso en el mes de septiembre.
Puede decirse pues que estamos ya con el cronómetro en marcha y los negociadores trabajando a marchas forzadas para que se elija presidente cuanto antes.
El todavía presidente en funciones ya ha adelantado que su intención es ir al Congreso cuando pueda garantizarse los apoyos necesarios. Es una postura plena de sentido común, pero poner fin al impasse en el que vivimos desde hace ya siete meses es una tarea urgente.
Cuanto antes se logre, muchísimo mejor para el conjunto de la sociedad española.
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