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No saben lo que hacen

1 de Agosto del 2016 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Konrad Lorenz nos descubre la impregnación ligada al hardware de la genética, algo que, a modo de software, nos impregna como un sistema operativo de por vida, y a continuación, se nos cargan las aplicaciones con la educación. El embrión y el seno materno se impregnan de química y entablan el diálogo que decide las percepciones del quién es quién, un diálogo entre el yo y el tú mismo, entre el yo que siente y el tú mismo que percibes. Se forma así la mente inconsciente que influirá sobre las decisiones que vendrán después.

Hace miles de siglos, entre los primates, surge una anomalía genética: los fetos nacen prematuros como monos desnudos, y un gran porcentaje de la impregnación ya no se hace desde el paraíso del seno materno, sino desde las sensaciones más fuertes de un entorno exterior hostil en el que se debe sobrevivir. Algunas hembras, cuando el inútil hijo no se podía agarrar a su espalda, angustiadas por su propia supervivencia, le abandonan; otras, inconscientemente, lo acogen en brazos acunando una nueva estirpe: la humanidad. Tanto la mente inconsciente como la consciente sufren un gran desarrollo para adaptarse a ese cambio. Es ahí donde se crea un alma inmortal arrogante dispuesta a dialogar con su creador. El diálogo debe decidir entre el bien y el mal, y transmitir todo el saber y los logros a las generaciones futuras.

William Golding, «El señor de las moscas», muestra que las relaciones infantiles pueden ser brutales. Sigmund Freud dice que ciertas experiencias de la infancia son guardadas en el subconsciente, donde inducen toda nuestra angustia adulta. Stuart Hameroff y Sir Roger Penrose dicen que son resonancias cuánticas: que los microtúbulos del citoesqueleto neural actúan como canales para la transferencia de la información cuántica responsable de la consciencia y, según dicen los físicos cuánticos, el efecto de esas resonancias cuánticas es un mensaje capaz de propagarse casi de forma instantánea más veloz que la luz. Desde esa perspectiva, todo espacio y todo tiempo, fuera del aquí y el ahora, estarán presentes sin nada ya que ocultar. También nos cuentan que, en una experiencia cercana a la muerte, los microtúbulos pierden su estado cuántico, pero que la información dentro de ellos no se destruye. Es decir: el alma no muere, y pasa al universo.

Son tiempos de amargura y dolor, de una locura cargada del rencor sin perdón que explota terrorífica en medio de las calles tanto cristianas como musulmanas. A un lado del Estrecho, un enfermizo inconsciente colectivo está poseído por la inacción y el rechazo del extraño, y al otro lado gritan pidiendo auxilio y refugio. Ocurre en el estrecho asiático del Mar Negro o en el africano del mar nuestro de cada día o, también, a la entrada de un oscuro túnel.

Cuando la ciencia llegue a la cumbre del conocimiento, más allá del antropocentrismo que les impide ver con claridad al científico y al eclesiástico, se descubrirá que místicos y santos tenían razón. Dos mil años después, los humanos aún no saben lo que hacen e, ignorantes, buscan respuestas cuando ya se las han dado con ejemplos de vida para perdón de su ignorancia. A pesar de ello, la arrogancia y la tentadora desobediencia siguen presentes en el mundo... Y también la esperanza.

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