Pokémon Go y la colisión de mundos
Independientemente de la atracción que sientas por Pikachu, de si temes o no que tus hijos se suiciden, maten, delincan o choquen contra una farola por culpa de Pokémon Go, lo cierto es que el juego nos ha acercado un poco más al máximo potencial del arte: su colisión con el mundo real.
No nos confundamos, por favor. No vengo a defender a Nintendo. No me importa si gusta más o menos el concepto de Pokémon Go. El título es más un cebo que otra cosa. Lo realmente importante es la colisión entre el mundo real y el ficticio. Porque ¿quién no ha sido fan de una u otra fantasía? Leyendo, acudiendo al cine, tuiteando al famoso de turno o soñando, ¿quién en su sano juicio no ha perdido el juicio? Las creaciones nos atraen como polillas a la luz y la mentira es el combustible de la verdad más inocente.
Mucha gente pregunta eso de "¿eres de números o de letras?". Espero que tú, como lector, seas de ambas cosas. Porque en el centro aristotélico los extremos armonizan y la tecnología rompe las barreras que separan al creador de la creación.
Gracias a las matemáticas, otra barrera ha caído, dejando sólo dos enemigos por derrocar: la pantalla y el ego. Cuando nuestros sentidos sean capaces de percibir la ficción sin necesidad de una pantalla y cuando esas fantasías tomen consciencia propia y evolucionen por su cuenta, habremos logrado descender como dioses sobre nuestra creación.
Me gusta pensar en la pantalla como en una madriguera, un agujero desde el cual accedemos al país de las maravillas. Sin embargo, con la salida de Go, las Google Glass, el holograma o la realidad aumentada, tengo la sensación de que la descripción más acertada para la pantalla es un espejo al más puro estilo Carroll, un espejo que hacemos vibrar con fuerza y que un día lograremos romper.
Y lo mejor de todo es que no hay nada que podamos hacer contra ello. No importa lo mucho que los puritanos nos recuerden lo maravilloso de un paisaje natural, real y presente. Somos capaces de crear escenarios más bonitos en nuestra cabeza, donde todo vale, y si encima podemos hacerlos reales, mejor que mejor.
Dicen los psicólogos que nadie puede mantener su atención en la realidad por más de cinco minutos sin desenfocar y perderse en el ensimismamiento. Por tanto, cada vez que alguien nos llame idiotas por cazar Pokémon, recordemos que lo que estamos haciendo no es algo tan simple y mundano. Estamos inventando, creando y forzando la creación hasta hacerla real.
Nadie puede pedirnos que dejemos de soñar. Dejemos, por tanto, que, desde la educación, el mundo evolucione, aunque debamos romperlo sólo por unos instantes.
Abracemos el veredicto de la Reina de Corazones: que no quede nadie con la cabeza sobre sus hombros.
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