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El rejuvenecimiento activo: las píldoras de la felicidad

31 de Julio del 2016 - Dr. José Antonio Flórez Lozano

La Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que en el año 2020 la depresión sea la segunda causa de incapacidad en el mundo, tras la patología cardiovascular. La depresión es la principal causa de sufrimiento emocional en el envejecimiento y reduce de forma significativa la calidad de vida de las personas mayores. Además, en el año 2001, la OMS identificó la depresión como una causa directa muy importante de discapacidad e hizo hincapié en la importancia de la efectividad del manejo y tratamiento de esta. Uno de los mayores desafíos a los que deben hacer frente los sistemas de salud de todo el mundo es el aumento de enfermedades crónicas, especialmente la depresión (OMS, 2016).

Además, las enfermedades crónicas en las personas mayores suponen la principal causa de muerte y discapacidad, superando claramente a las enfermedades infecciosas (OMS, 2016). Y, como se sabe, el eslabón final es la dependencia. El incremento de la longevidad, el sedentarismo y la exposición sistemática a factores de riesgo como el tabaquismo, la contaminación, los malos hábitos alimentarios, el consumo de alcohol, la actitud negativa, la soledad, la ausencia de valores, el déficit económico y el resquebrajamiento del estado del bienestar ha dado lugar a un nuevo escenario de enfermedades crónicas, a las que hay que dar respuestas ágiles, eficaces y terapéuticas.

Hoy en día, las enfermedades crónicas suponen la principal causa de muerte y discapacidad, superando por primera vez a las enfermedades infecciosas (OMS, 2012). Según la Sociedad Española de Neurología, cada año 130.000 personas sufren un ictus en España. Provocan la muerte en un 30% de los casos y una discapacidad grave en el 40%. La OMS sostiene que es la primera causa de discapacidad permanente en los adultos. Aproximadamente, un 45% de los supervivientes sufre alguna dependencia funcional.

Esta situación ha provocado que importantes organismos internacionales hayan levantado la voz de alarma, advirtiendo a las autoridades de la necesidad de implementar programas terapéuticos capaces de prevenir y moderar la incidencia de estas enfermedades (ictus cerebral, hipertensión arterial, hipercolesterolemia, cáncer, enfermedades cardiovasculares, trastornos respiratorios, diabetes, etcétera) que día a día engrosan las listas de discapacidad y de dependencia.

Precisamente, en 2012, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) celebró la Cumbre Mundial sobre Enfermedades Crónicas, concluyendo que estas enfermedades suponen un desafío de proporciones epidémicas, con grave impacto en el desarrollo socioeconómico de los países. El Informe económico (Global Economic Burden of Non-communicable Diseases) elaborado por el Foro Económico Mundial y la Universidad de Harvard prevé que supere los 47 billones de dólares.

Subtítulo: El nuevo escenario de las enfermedades crónicas

Destacado: Hoy en día, las enfermedades crónicas suponen la principal causa de muerte y discapacidad, superando por primera vez a las enfermedades infecciosas

Lo realmente interesante es que este tipo de programas de intervención terapéutica (Flórez Lozano, 2016) ha constatado que la prevalencia de enfermedades crónicas se puede reducir. En el caso del cáncer, las enfermedades cardiovasculares, los trastornos respiratorios y la diabetes, la OMS ha proporcionado recientemente una serie de recomendaciones para su prevención basadas en la promoción de hábitos de vida saludables, como la reducción del consumo de alcohol y el tabaco, el ejercicio físico regular y una dieta equilibrada (Global Status Report on Noncommunicable Diseases, Informe Global sobre el Estado de las Enfermedades no Infecciosas, 2011). La Asociación Médica Americana (AMA) acaba de otorgar a la obesidad la categoría de enfermedad. Los datos clínicos y epidemiológicos han demostrado sin lugar a dudas que la obesidad se asocia con aumento de la morbilidad y de la mortalidad cardiovasculares y cerebrovasculares.

Igualmente, se asocia con artrosis, dislipemia e hipertensión arterial y es la causa número uno de aparición de la diabetes mellitus tipo 2. Según la Asociación Médica Americana (AMA), la obesidad también es causa de numerosos tipos de cáncer. En este sentido, los objetivos generales y específicos que comporta nuestro “Programa Terapéutico Integral para un Envejecimiento Activo Saludable y Feliz” van en la misma dirección, tratando de frenar las enfermedades neurodegenerativas, los trastornos cardiovasculares y los trastornos afectivos de las personas mayores.

Sin duda, una forma de paralizar estas enfermedades es potenciar el envejecimiento activo. La OMS lo define como la optimización de las oportunidades necesarias para mejorar la calidad de vida. También, la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que para conseguir un envejecimiento activo hay que contar con las relaciones intergeneracionales, esos encuentros entre personas de edades muy diferentes y, por tanto, con experiencias y conocimientos muy distintos que han de complementarse, enriquecerse, ayudarse y respetarse.

Una forma de conseguir desarrollar el envejecimiento activo es mediante las píldoras de la felicidad y potenciando las labores de voluntariado. Las personas que realizan actividades voluntarias, aunque sólo sea un par de horas a la semana, consiguen mejorar la salud y la autoestima. El voluntariado constituye un instrumento terapéutico en sí mismo contra el envejecimiento patológico, ya que es capaz de crear y mantener vínculos afectivos y gratificantes. Y, recordemos, el rejuvenecimiento activo es volver a vivir, saber disfrutar y, sobre todo, ser feliz.

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