De tirios y troyanos
Ya voy peinando alguna cana y me he dado cuenta de algunas cositas. El ser humano vive sujeto a muchos condicionamientos, empezando por su genética y tiempo limitado en este mundo. Toda nueva generación, que del estado de crisálida muta en vistosa mariposa, se tiene por la mejor, la única, la capaz siempre de "cambiar el mundo" e incluso hacer temblar las bases del orden como adánicos mentores de la verdad. Hoy las ideologías sirven de entretenimiento al personal y para pacíficos cambios de cromos. Muchas de ellas eran ensoñaciones revolucionarias o caudillistas autoritarias; fanáticos efectos de la miseria y el terror al otro, marcados por estallidos de ira y violencia. Estampas negras y ruinas.
Ahora todo el mundo acepta que vivimos en una sociedad bastante más culta y en el período más largo de paz y convivencia jamás disfrutado. Lo fácil es juzgar desde la aversión, lo arduo es encontrar puntos en común tras el diálogo fructífero, fundado en dotes de escucha y negociación. Es verdad que en España tuvo lugar un desgarro incivil y durante los años de silencio forzado sólo se ensalzó a los vencedores de aquella escabechina, pero el contexto se estabilizó y equilibró de sobra con multitud de visiones y revisiones históricas dadas nada más agotado aquel régimen, tampoco despachable con cuatro descalificaciones maniqueas.
La ley de memoria histórica está vigente y es preceptivo su cumplimiento. Que se cumpla pues. Pero, por favor, no nos vayamos a reacciones pendulares y al "y tú más" frente a nostálgicos conciudadanos. Hay otras muchas prioridades en pro de la felicidad pública, el civismo y los valores constitucionales. La historia viene a ser un conjunto de relatos impuros de pasiones e intereses, sesgos y errores a la luz de los ojos contemporáneos, formados y mayoritariamente contrarios a guerras. Hacer del mundo y nuestro municipio un lugar más habitable y amable es lo que cuenta. Un lugar de paz donde no anide el más mínimo rencor.
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