¿Sancho o Sánchez? El voto de investidura
A Sancho se le presentó un grave dilema cuando el mago Merlín le dice a don Quijote que, para librar a su Dulcinea de su encantada fealdad, era menester que su escudero "se diera tres mil y trescientos azotes en ambas sus valientes posaderas, al aire descubiertas y de modo que le escuezan, le amarguen y le enfaden".
"¡Así me daré yo tres como tres puñaladas!", replicó Sancho. "¡No sé qué tienen que ver mis posaderas con los encantos! ¡Si el señor Merlín no ha hallado otra manera de desencantar a la señora Dulcinea del Toboso, encantada se podrá ir a la sepultura!".
Si trasladamos esta burla literaria a la situación política de la España actual, podemos ver a un Rajoy, a la vez Merlín y Dulcinea, que quiere salir de su fealdad. (No parece necesario recrearse en por qué sus interlocutores le ven tan horroroso "encanto"). Rajoy no ofrece otra solución que la anunciada por Merlín: que sea el escudero Sánchez el que se dé tres mil y trescientos azotes, o le darán el doble si no se aviene de buena gana.
Parece que Sánchez, al igual que el escudero, no está por la labor. Aunque el asunto no ha terminado. Tampoco Cervantes da por finalizado el episodio en este punto. Entonces, como ahora, se orquestó una operación de implacable presión y acoso para que los Sancho-Sánchez cedieran y "se ablandaran como una breva madura" (sic).
Sancho fue tachado de villano y harto de ajos. Se le dijo que lo amarrarían a un árbol y que, desnudo, como la madre que lo parió, recibiría no tres mil trescientos azotes, sino el doble, y si esto fuera poco, hasta le arrancarían el alma.
Entonces, como ahora, arrecian los insultos y descalificaciones contra quien quieren sea el único responsable para salir de ese "entuerto". Vean, si no, la sarta que enlaza Dulcinea: "Malaventurado, corazón de alcornoque, de entrañas apedernaladas, ladrón, desuellacaras, miserable y endurecido animal, machuelo espantadizo, socarrón y malintencionado monstruo, bestión indómito".
"¿Adónde aprendió el modo de rogar que tiene?", le replica Sancho. "¿Viene a pedirme que me sacrifique y me lanza toda una retahíla de insultos? ¡Aprendan, aprendan mucho de enhoramala a saber rogar y a saber pedir, y a tener crianza!".
Ya sabemos que en la ficción Sancho terminará claudicando. ¿Acabará Sánchez sometiéndose a una presión no menos implacable? ¿Será Dulcinea-Rajoy el que ceda en algún punto para acabar en un juego en el que unos(s) se lleven la peor parte y otros se vayan de rositas? Parece que la solución podremos avistarla en los próximos días. Entre tanto, ¡hagan juego!
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