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Nuestra Señora de la Paz de Vidiago

9 de Agosto del 2016 - Agustín Hevia Ballina

Buscaba yo días pasados algún dato que me aclarara los orígenes de la advocación de Nuestra Señora de la Paz, que figura como titular de la llanisca parroquia de Vidiago.

Me lo vine a descubrir en los más antiguos oficios de la diócesis ovetense. Siguiendo las pautas del rito hispano-mozárabe, me encontré con una estrecha vinculación de esta fiesta en honor de la Virgen María con la festividad de San Ildefonso, obispo de Toledo, y con la fiesta de la Descensión de la Santísima Virgen para premiar al santo obispo su defensa contra los herejes, que negaban la virginidad de la Virgen María.

En efecto, el vetusto calendario del rito hispano-mozárabe nos ofrece el 23 de enero la fiesta de San Ildefonso, arzobispo toledano, al que acabamos de mencionar, al conmemorar su natalicio para el cielo, por ser ese el día de su fallecimiento. El calendario mozárabe tuvo en especial consideración este acontecimiento. Los primitivos rituales de la liturgia hispano-mozárabe tuvieron íntima conexión con los que fueron radicándose vinculados con las iglesias hispanas y de las Galias.

En Asturias sabemos, según las Crónicas de los Reyes Astures, que "se había instaurado el mismo rito que se hallaba vigente en Toledo", obispado con que estaba vinculada la sede ovetense, a través del culto de las santas reliquias, que, según tradición, habían sido trasladadas a Asturias, al Monsacro, por los cristianos que, fugitivos de la invasión musulmana, habían huido hacia el Norte, portadores de sus más preciados tesoros, las reliquias de sus santos, que engrandecerían la urbe ovetense y su naciente Catedral al quedar depositadas en la Cámara Santa, mereciendo para el santo relicario, que transmitiera a la sede de Oviedo, el calificativo de "sancta", la "Sancta Ovetensis". Entre estas reliquias habría arribado a Oviedo la casulla de San Ildefonso, que el santo obispo había recibido de manos de la misma Santísima Virgen.

Dos fueron las fiestas que se vincularon a la presencia de la sublime casulla impuesta al santo por la Santísima Virgen, la Descensión de Nuestra Señora y la de Nuestra Señora de la Paz, vinculadas a la liturgia del día 24 de enero, sellada la paz con los herejes.

Mucho me complace leer para ti, lector muy querido, la narración que nos ofrecen el "Breviarium Ovetense" y los oficios propios de los santos de la diócesis de Oviedo. Te la hago llegar desde su latín sumamente expresivo, tal como lo ha testimoniado el obispo toledano Cixila, al transmitirnos la "Vida de San Ildefonso":

Subtítulo: Los orígenes de una advocación

"Habiendo convencido el bienaventurado Ildefonso, arzobispo de Toledo, con la fuerza de la verdad a unos herejes, que intentaban echar por tierra la virginidad perpetua de la Madre de Dios y habiéndolos hecho expulsar y erradicar de Hispania, fue tan grande la benignidad de la Sacratísima Virgen para con su siervo Ildefonso que quiso probársela con este esplendoroso milagro: en la fiesta de la Encarnación de su Hijo, que se celebra en toda Hispania el 18 de diciembre, según decreto del décimo Concilio de Toledo, avanzada la noche, descendió del cielo la Santísima Virgen y, acompañada de coros de ángeles, se asentó en la cátedra desde la que Ildefonso tenía por costumbre dirigir la palabra al pueblo, en una forma que excedía toda comprensión de mente humana y más brillante que el sol, llenando el recinto del templo todo de una suavísima fragancia de inexpresable aroma y de una potentísima luz celestial".

"Acudiendo Ildefonso al lugar para la oración de maitines, en medio del terror de sus acompañantes y del pánico, siendo él mismo, al principio, afectado por la novedad del hecho y animado, después, por la esperanza y apoyándose en la humildad de su devota mente, tembloroso al mismo tiempo de gozo y de reverencia, se postró suplicante en tierra, a los pies de la Virgen, que así le habló: 'Acércate a mi encuentro, siervo de Dios, y recibe este regalo de mi mano que yo te he traído de los tesoros de mi Hijo'. Y al mismo tiempo que decía estas palabras, revistió a Ildefonso con una vestidura tejida con celestial artificio. Dichas estas palabras, la Virgen retornó al cielo".

"Ildefonso, invadido por la fuerza de la maravillosa visión y por el precioso regalo, fue venerable para toda su Iglesia y para su pueblo, usando siempre en las ceremonias sagradas en honor de la bienaventurada Virgen María de tan celestial regalo".

Las lecciones del "Breviario Ovetense" concluyen con estas palabras: "La fiesta del 24 de enero o de la Descensión de la Virgen se vinculó al natalicio de San Ildefonso, celebrado el día anterior, para que de tal conjunción se siguiera mayor esplendor, y en cuanto a la maravillosa vestidura, que recibió San Ildefonso como un regalo de la Virgen Santísima, fue traída por los cristianos en la devastación de Hispania por los sarracenos a la iglesia ovetense del Santísimo Salvador, con otras muchas reliquias".

Una vez conseguida la pacificación de la Iglesia y recuperada la paz, se unió a la fiesta de la Descensión la de Nuestra Señora de la Paz, figurando así en el calendario ovetense, que recoge el "Octavarium Romano-Ovetense", hecho publicar por el obispo don Benito Sanz y Forés. En él, para las iglesias dedicadas a Nuestra Señora de la Paz y a la Descensión de la Virgen, se señala como octava el día 31 de enero, siendo, en consecuencia, la fiesta el 24 de enero. En nuestra diócesis, solamente hay, que sepamos, la iglesia de Nuestra Señora de la Paz de Vidiago, en el arciprestazgo de Llanes.

En la relación de las reliquias de la Cámara Santa del Libro de los Testamentos hace referencia a esta preciosísima reliquia el obispo don Pelayo, al igual que la relaciona también el obispo don Gutierre de Toledo en el Libro Becerro de la Catedral. El misterio y el secreto mejor guardado han venido acompañando siglo tras siglo a esta sublime "vestidura", que se ha identificado con una "casulla". En la predela del retablo de la Inmaculada o de San Juan Bautista, puedes ver representada la "imposición de la casulla a San Ildefonso".

De una caja en otra y de otra en otra y de otras y otras muchas encerradas unas en otras, se describió, al parecer, en un escrutinio de las reliquias y se llegó, al fin, a la última como de un palmo, en que se decía "la casulla que Nuestra Señora dio a San Ildefonso". Abierto aquel cofrecito se halló "un cendal de color de cielo, en forma de un capuz, sin textura ni costura, como una tela de cebolla, tan delicada y sutil que con sólo el aliento que respiraban se hinchaba como una vela cuando le da recio el viento". Una vez así vista y descrita, volviéronla a cerrar en su cofrecito y ¡punto en boca!, se juramentaron todos de que no habían de decir nada a nadie. Y así se cumplió rigurosamente. Tanto que nunca ha podido hallarse la venerada "casulla de San Ildefonso", que podrá aparecer cualquier día, ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿por quién?

Posiblemente te apetezca leer más sobre la misteriosa "casulla". Puedes consultar la magnífica "Guía de la Catedral de Oviedo", escrita por el villaviciosino deán de la Catedral don José Cuesta Fernández, en las páginas 217 a 222. Don José culminó sus días sin haber logrado su más ansiada ilusión: descubrir la casulla de San Ildefonso, quizás en el día de Nuestra Señora de la Paz o de la Descensión de la Virgen María, esperaba él.

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