Larga vida a los mercadillos
La pasada semana saltaba la polémica tras cancelarse por sorpresa el Mercazoco Market que este fin de semana iba a tener lugar en la colegiata del Palacio de Revillagigedo, en Gijón. Declaraciones de algunos, ciertas presiones y decisiones políticas daban un portazo a horas de trabajo, compromisos previos adquiridos, gastos ya realizados y, sobre todo, a las ganas y la ilusión de muchísima gente que lo único que intenta es salir adelante y hacer bien las cosas.
Aunque a día de hoy todavía se desconoce si esta cancelación es definitiva, este hecho, esta forma de actuar, trae a mi cabeza un par de reflexiones. Por un lado, una más específica, sobre esta cancelación en concreto, que invita a pedir un poco de coherencia y de sentido común a aquellos que toman este tipo de decisiones. Es del todo comprensible y respetable que se quiera analizar y redirigir el uso que se le está dando en la actualidad a determinados espacios, pero lo que carece de toda lógica es que esto se produzca cuando ya existe un compromiso previo adquirido y que se haga a una semana de su celebración, con todos los perjuicios que esto conlleva tanto para la organización como para los expositores. ¿No sería más lógico permitir la celebración de este evento, y de todos los ya comprometidos, y realizar este análisis y cambio de rumbo a posteriori? ¿Es necesario perjudicar a tanta gente?
Y, por otro lado, este asunto lleva también a una reflexión más general. Apoyar a los emprendedores, a los autónomos y, en definitiva, a la gente que arriesga debería ser una apuesta clara y sin fisuras de cualquier Gobierno, institución y organización que lo que pretenda sea mejorar el futuro de nuestra sociedad. Porque he tenido la oportunidad de verlo desde fuera y desde dentro, invito desde aquí a comprobar in situ, y así poder valorarlo, el gran trabajo y la cantidad de tiempo e ilusiones que hay detrás de este tipo de eventos. Gente trabajando y luchando desde la organización para dar espacio a muchos emprendedores y autónomos que de no ser por estos lugares tendrían muy difícil poder enseñarnos todo lo que hacen. Y ellos, esos que arriesgan, que innovan, que apuestan por sus ideas, sus sueños y sus ilusiones, una gran familia, que lo único que hace es trabajar sin hacer daño ni querer perjudicar a nadie. Estoy absolutamente convencido de que con diálogo, voluntad y buenas intenciones hay espacio para todo y para todos. Larga vida a los mercadillos.
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