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La bomba italiana

9 de Septiembre del 2016 - JJJ Suárez González (GIJON)

Como diría Alfred Hitchcock, el maestro del suspense, hay una bomba de relojería, los bancos italianos, a punto de estallar, los expertos en finanzas lo saben, pero los ciudadanos no. La onda expansiva de esa explosión, de producirse, puede afectar gravemente a todo el sistema financiero europeo y a las economías de la Eurozona.

A principios de año, ante la pésima situación contable de una buena parte de la banca italiana, el primer ministro italiano, Matteo Renzi, creó Atlante, un banco malo, para centrar en él las pérdidas y la provisión de fondos para sanear el sistema financiero del país. La cándida idea era que fueran los bancos y sus accionistas los que aportaran los fondos de reserva del nuevo banco, pero, después de unos meses sólo se habían conseguido 5.000 millones de euros y los créditos incobrables o activos morosos ascendían a la estratosférica cifra de 300.000 millones de euros.

Italia, una de las mayores economías europeas y mundiales, había capeado la crisis económica sin grandes ajustes y sacrificios, recurriendo a créditos sin garantías de devolución, exactamente la misma forma irresponsable de actuar que había provocado el estallido de la burbuja financiero-inmobiliaria. Pero, la economía italiana, como la de todo el mundo, no había resuelto el problema de la sobreproducción y la inyección de dinero en las empresas gracias a los créditos baratos sólo agravó su situación. Tras varios años con descensos de más de un 1% anual del PIB, las empresas del país transalpino empezaron a cerrar en cascada. Lo mismo había sucedido y sigue sucediendo en otros países, pues la dictadura del mercado es implacable y ajusta la oferta a la demanda independientemente de los deseos de los gobiernos. Pero en Italia la desaparición de negocios ha sido brutal, pues se han perdido en tres años más de un millón y medio de pequeñas y medianas empresas.

La morosidad en la banca italiana y la mala situación económica general del país han llegado a un punto en que son necesarias medidas drásticas para corregirlas. Por supuesto, se aplicarán las mismas medidas que se han aplicado en otros países, con millonarias aportaciones estatales y del Banco Central Europeo que saldrán de las espaldas de los ciudadanos. Pero ahora la situación económica en Europa es mucho más delicada que cuando estalló la crisis. La salida del Reino Unido de la UE y las dificultades por las que están pasando países tan importantes como Francia hacen que recurrir otra vez a la máquina de hacer billetes para inyectar liquidez vía Deuda pública no genere mucha confianza en los inversores, más bien todo lo contrario. En Europa, como en los EE UU y Japón, se ha imprimido mucho más papel moneda que el respaldado por valor, seguramente por eso los billetes de euros no ponen en ningún sitio que el BCE pagará al portador X dinero, como ponían los españoles cuando existía la peseta. Una gran cantidad del papel moneda que circula en estos momentos sólo está respaldado por la confianza de los inversores y de los ciudadanos y la confianza es un concepto demasiado volátil en tiempos convulsos.

Los problemas de fondo de la economía mundial siguen sin resolver y las medidas que los bancos centrales han tomado para capear el temporal son parches que a medio plazo los agravarán. La bomba italiana puede ser el detonante de una nueva recesión que la irresponsabilidad y la falta de planificación han convertido en inevitable.

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