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La sostenibilidad del jabalí en Asturias

2 de Septiembre del 2016 - Eduardo Bros Martínez (Oviedo)

El jabalí es el animal más perseguido y acosado por el hombre en países civilizados. Es una especie cinegética clave en la modalidad de caza mayor, debido al gradual interés que suscita entre los numerosos seguidores que tiene de su caza en la actualidad. El jabalí ha accedido a un nuevo estatus numerario desde la década de 1980, que le ha hecho alcanzar una densidad nunca antes conocida. Regular la superpoblación de este animal es la piedra angular de su gestión y aprovechamiento.

El jabalí, omnívoro irredento, experto en la adaptación a los hábitat más diversos, crece y se expande en suelo asturiano de forma exponencial, fundamentalmente desde áreas rurales que circundan los importantes núcleos urbanos e industriales, concretamente en terrenos de los clasificados como zonas de seguridad, espacios naturales en los que encuentra seguridad y alimento en donde toda actividad en relación con la caza no está permitida.

Las cifras oficiales que se barajan en torno a su aprovechamiento como recurso natural sostenible en la comunidad asturiana pudieran estar muy aproximadas, en el orden de las 9.000 unidades en tiempo autorizado durante el año, cuestión que precisa reflexionar sobre la mejor conveniencia de promover un proceso analítico de carácter preventivo, cuyos resultados dictaminarían la conveniencia de ralentizar o hacer disminuir el nivel poblacional, adaptándolo, si fuese preciso, según circunstancias y zonas, a mejor convivencia y utilidad de los intereses generales conjuntos de la ciudadanía y de los cazadores asturianos.

¿Se debe considerar la posibilidad de seguir manteniendo la alta densidad que se intuye como cierta de las piaras en los actuales parámetros debido al ajuste que se hace en las extracciones? O, bien por el contrario, procede aumentar los cupos de aprovechamiento? En lo que va de siglo XXI en Asturias es posible cifrar el número de capturas en torno a los 140.000 ejemplares. Sin duda, todo un dato real, elocuente por sí mismo, que certifica con corrección el excepcional aumento poblacional que ha venido a darse el jabalí en estos tiempos, consecuencia directa de lo formidable de su fecundidad.

Es evidente que el importante monto que han supuesto las unidades capturadas de este ungulado no solamente no han tenido incidencia negativa suficiente en su evolución cuantitativa, sino que certifica la necesidad de proceder en ciertas áreas, de aumentar la capacidad de someterlo a sostenibilidad racional en función a los daños y accidentes que produce. El jabalí precisa de ser reducido en cuanto a su producción anual, si es menester su sostenibilidad en el orden en que se encuentra establecido. Por debajo de estas expectativas contribuiríamos a un crecimiento de esta especie y, en orden inverso, a una disminución de su valor numérico que le impida reproducirse en progresión. Hay detalles indicadores emitidos por especialistas de reconocida solvencia en el campo que me ocupa en esta oportunidad que acreditan y justifican este método de acondicionamiento si se estima el hecho objetivo de que el porcentaje de aumento anual se sitúa entre el 50 y el 150 por ciento de población total antes del nacimiento, con un promedio del 100 por ciento después de descontar la mortandad de los rayones, que puede alcanzar, por diversas causas, el 40 por ciento, dependiendo de las condiciones climatológicas y otros factores relacionados con la depredación.

Pero aquí, en este escenario de crecimiento continuado que se presenta peliagudo, nos hemos encontrado con la urgencia de darle solución, dadas las especiales circunstancias que concurren en el caso. La cuestión es ¿qué hacer? Entran en juego factores determinantes que cuestionarían el proceso, los cuales no obedecen a intereses recíprocos y sí encontrados. El sector cinegético, en el ejercicio de la mayor, referido a la que tiene lugar en nuestra comunidad, ha evolucionado hacia componentes muy distintos de las que le precedieron no hace mucho tiempo. En el epicentro de la actividad cinegética, en la huella de su pasado perentorio, en cuanto a su concepción y desarrollo, ha dejado la impronta insignificante en cuanto a resultados obtenidos, debido a la bajísima densidad de jabalíes que había por aquel entonces en Asturias a diferencia del dinamismo eficiente que despliega hoy.

Sería una pérdida del sobresaliente patrimonio natural dejar en situación precaria la población de este animal por querer regularlo a posiciones involutivas en cuanto a su población. Hoy la especie debido a la consolidación de su demografía que le ha hecho conquistar plazas y formar asentamientos antes impensables alcanzando inclusive al mundo civilizado, es un referente, muy consolidado como industria; tiene valor trascendente en la economía y por ende en el tejido labora en multitud de empresas, actuando complementariamente como agente vertebrador en el campo social y el medio rural.

Como decirle a un cazador de ahora, a los que no conocieron la carestía de jabalíes en nuestro ecosistema, acostumbrados en la actualidad a obtener en monterías cupos sustanciales por permiso y día portando en sus armas y munición aspectos tecnológicos que las hacen ser más certeras, que su participación futura en la caza se resolvería con una baja importante en la realización de lances debido a una constante involución de efectivos del jabalí. A diferencia de antaño, todo en la caza era más artesanal, en el seno de esta actividad han nacido y criado otras tendencias de señalada actitud y finalidad. El perro, los perros de rastro, es el eje articular. Todo un mundo de transacciones pecuniarias se moviliza desde la componenda de un gran mercado con ofertas y demandas de amplia gama creado al servicio de la competitividad y eficacia.

El cazador de estos tiempos tiene en sus manos dispositivos muy cualificados en orden a su validez en el momento cumbre del lance. Ha sido una inversión importante de la que espera sacar, como es lógico, rentabilidad. Si la caza no se le hace productiva consecuente al desembolso efectuado, la desilusión se instala pudiendo llegar el abandono ante la falta de oportunidades. Sin jabalíes en montes asturianos, la caza sería un reducto de unos pocos aficionados que mantendríamos la llama de la ilusión. Es la opinión de un veterano cazador.

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