Clint Eastwood

1 de Septiembre del 2016 - Marcelo Noboa Fiallo (Gijón)

Los amantes del cine descubrimos a Clint Eastwood, primero como actor, interpretando aquellos legendarios personajes que cambiaron el lenguaje cinematográfico estadounidense del "Lejano Oeste" para adentrarnos en el spaghetti-western, donde Sergio Leone brilló con luz propia.

"Por un puñado de dólares" resultó ser todo un hito en el desarrollo del género de los spaghetti westerns, en los que se retrataba un Oeste, el de los Estados Unidos, más salvaje y desolador que en las películas con sello de Hollywood, del mismo género y donde se cambiaban los estereotipos norteamericanos del héroe por un antihéroe moralmente ambiguo. El éxito de la trilogía del dólar convirtió a Eastwood en una gran estrella en Europa.

Años después, cuando Eastwood se puso detrás de la cámara nos descubrió mundos lleno de sensibilidad, de afectos, de miedos, de ternura ("Los puentes de Madison", "Un mundo perfecto"), de denuncia contra el racismo ("Gran Torino"), de apuesta por la eutanasia ("Million dollar Baby"), destapando los horrores y las consecuencias de la pederastia ("Mystic River") o el abuso del poder político ("Poder absoluto") o la degradación de una sociedad decadente ("Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal") y una larguísima e inagotable filmografía, donde sus incondicionales, nos hemos refugiado durante muchos años para disfrutar del buen cine. Al menos por mi parte sucumbí a su potencial narrativo.

En todas sus películas no sólo nos ofrece una asombrosa lección de cine, de intensidad narrativa, de dominio técnico, sino también una disección de sus personajes como reflejo de muchos otros de nuestra sociedad.

Antes de recibir el reconocimiento definitivo por parte de la industria del cine en los Estados Unidos fue un icono para los europeos, en 1994 recibió la Orden de las Artes y las Letras de la República Francesa, en 2007 la Legión de Honor y en el año 2000 le llegó el "León de oro" a toda su carrera en el prestigioso Festival Internacional de Cine de Venecia.

Cuando supe que desde 1952 pertenecía al Partido Republicano y que apoyó activamente las campañas presidenciales de Richard Nixon y posteriormente las de Reagan algo empezó a chirriar en mi interior. No me resultaba fácil digerir esa aparente contradicción entre el discurso fílmico y el político-ideológico. Reconozco que con seguridad el problema es mío, tengo la mala costumbre de identificar al autor con su obra, probablemente porque siempre he creído que no hay ética sin estética. No es la primera vez que me ocurre, en su día ya escribí sobre el tema en relación con el escritor Mario Vargas Llosa.

Mi penúltima decepción, esta vez con Clint Eastwood, ha dado una vuelta de tuerca, después de enterarme de que no sólo apoya como futuro presidente de los Estados Unidos a un descerebrado, declarado xenófobo, machista y, lo que es peor para la seguridad del mundo, un ignorante, como Donald Trump, sino que está de acuerdo con las barbaridades que de su boca salen. No sé si el magnate inmobiliario será capaz de digerir ese canto a la riqueza que aporta el inmigrante, el otro, el distinto, en la construcción de una nación ("Gran Torino") o si es peor que Eastwood lleve años jugando con los sentimientos y la sensibilidad de todos aquellos que permanentemente nos empeñamos en buscar "Un mundo perfecto" aunque sólo sea por derramar una lágrima en la oscuridad de una sala de cine. La última que derramé en una película de Eastwood fue cuando Frankie (Eastwood) decide desconectar el aparato que mantiene con vida vegetativa a su pupila, Maggie ("Million Dollar Baby"). Toda una muestra de amor por la vida, un canto y una reivindicación por una muerte digna, con un debate de fondo: la eutanasia.

Una vez más, me engañaste, Clint Eastwood, y todo "Por un puñado de dólares". No te lo perdono.

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