Pena por Villa

1 de Septiembre del 2016 - Sixto G. Fernández Porrón (La Fresneda)

Quo vadis, José Ángel.

A la vista de las fotografías publicadas en LNE sobre el polémico asunto de la llamada fortuna oculta de Villa, no pude dejar de sentir pena y un tanto de lástima. Ya sé que tal afirmación no es, ni lo pretendo, políticamente correcta, pero un sentimiento de tal tipo no se razona, simplemente se siente.

Conocí a Villa hace unos cuarenta años cuando asistí, desde el pozo San Nicolás, a reuniones de la "comisión de los 16", inicio del funcionamiento sindical democrático propiciado por el entonces presidente de Hunosa, José Manuel F. Felgueroso. Fui durante tres días el miembro número 17, técnico minero, y se terminó mi estancia por las presiones recibidas de otras organizaciones, que no vienen al caso. Allí ya se destacaba, por su carácter, por su táctica y estrategia negociadora, el maquinista del pozo Candín. Y controlaba al resto de los componentes de su grupo, sin que en ningún momento se le observase una muestra de humor, a pesar de la duración de las reuniones y, todo hay que decirlo, su frecuente monotonía.

Casi inmediatamente, ingresé en el SOMA, siendo secretario general Tino el de El Entrego; fui delegado sindical en el mismo pozo en las primeras elecciones y elegido miembro de la ejecutiva del sindicato, con Sergio Rebollo de secretario general, siendo José Ángel vocal en ella. Ahí, a lo largo de meses, pude conocer un poco más, bastante más en realidad, a Villa. Nunca fue de trato fácil, bastante huraño y reservado respecto a sus relaciones y amistades, con la obsesión permanente de la labor sindical presente en cada debate o en cada conversación.

Poco después, evito fechas, que son poco interesantes para el propósito de esta carta, en un nuevo congreso, resulta elegido, sin oposición apenas, José Ángel secretario general del SOMA y se inicia una etapa que había de perdurar hasta hace muy poco tiempo, como todos sabemos. Casi de inmediato se conforma la llamada sección de técnicos y cuadros, con el fin de captar a los mismos que tuviesen ideas en la línea del sindicato minero, y formo parte de su ejecutiva desde el principio, lo que nos permite, me permite, seguir en contacto casi permanente con el secretario general como miembro del grupo técnico que asesora y apoya a la ejecutiva en cuanto tiene que ver con trabajos de cálculo y desarrollo de labores mineras en el ámbito que abarca el SOMA, es decir, en toda la Asturias minera de aquellos años.

Su exigencia en el trabajo de todos cuantos estábamos a su alrededor era importante, sin que él nunca dejara de dar ejemplo en esa cuestión, en horas y horas, en días festivos, como recuerdo algún caso que me tocó compartir, sin descanso y, pudiéramos decir, sin apenas vida social normal. Con esa dedicación, llegó a ser respetado por algunos y temido por muchos. Llegó a formar parte de la élite política y sindical española, con dedicación, esfuerzo e inteligencia, y a controlar la política asturiana con los mismos medios, sostenido por la fuerza de un grupo de hombres y mujeres, que también había, de disciplina férrea y casi incondicional.

Pero hoy, con los aconteceres del supuesto dinero negro blanqueado gracias a la generosidad de Montoro, curiosa paradoja después de tanta lucha social y sindical, todo aquello que relaté se desvaneció y vemos la imagen de un José Ángel envejecido, tenemos casi la misma edad, supuestamente abandonado en su figura y que, además del bastón, necesita que lo ayuden a caminar su mujer y un taxista.

¿Dónde quedó el vigor de su voz en los discursos de Rodiezmo? ¿Dónde están aquellos pretorianos que lo rodeaban en las manifestaciones y lo apoyaban en las asambleas complicadas? ¿Cómo es posible que muchos de los que asentían permanentemente en mi presencia se hayan juntado alrededor de una mesa para celebrar su caída? ¿Y qué es de aquellos políticos, diputados nacionales y autonómicos, aquellos directores generales o delegados del Gobierno que no tomaban una decisión de importancia sin consultar a " El Tigre", como le llamaban a escondidas? ¿Y los consejeros autonómicos cuyos nombramientos se fraguaban en la plaza de La Salve? ¿Y los alcaldes propiciados y apoyados en la campaña por la estructura sindical? ¿O los que recibieron suculentos ingresos por pertenecer a algún consejo de administración, designados por el dedo dirigente? ¿Y los que por la labor sindical se convirtieron en funcionarios y no recuerdan cómo se pica un tajo, se barrena un tiro o se coloca una mamposta? ¿O los que ante sus enfados por gestiones que consideraba erróneas, o por simple presión al interlocutor, palidecían inmovilizados aguantando la reprimenda? ¿Y qué fue de tantos trabajadores afiliados al sindicato, y no afiliados, que recibieron apoyos para su progresión laboral, merecida muchas veces, pero no siempre, y de los que consiguieron puestos de trabajo para sus hijos e hijas con la ayuda de la fuerza que emanaba del SOMA en aquellos tiempos? ¿Y tantos y tantos más?

Estoy de acuerdo en que actúe la justicia y, si se demuestran los cargos de los que se le acusa, que pague económicamente por ello. Si el dinero blanqueado no tiene un origen legal, que lo devuelva o se le sancione como corresponda, aunque comento como curiosidad que no era un hombre pródigo en los gastos con los compañeros, ni mucho menos, por lo que puede tener buenos ahorros propios. Si se demuestra que defraudó al SOMA, que el fraude y los intereses se reintegren a la organización, como sería lógico. Y que todo el problema deje de ser supuesto y se convierta en sentencia.

Así lo deseo, pero no puedo evitar a la vez hacer una reflexión con el conocimiento personal que tengo de Villa, a quien respeté y respeto, y también me respetó, a pesar de haber tenido varios e importantes desencuentros, con fuertes discusiones que incluyeron sutiles amenazas, en cuantos casos no estuvimos de acuerdo, que fueron muchos y a lo largo de bastantes años. Ese análisis no puede dejar de lado las imágenes citadas al principio, por el sentido del compañerismo que nos unió durante una labor sindical que realizamos, al menos yo y creo que él también, durante los años más ilusionantes del reinicio de la vida democrática asturiana y española. Por eso, deseo que José Ángel mejore su salud física y, dicen que mental, y que no se vaya de este mundo habiendo tirado por tierra una trayectoria personal decente, al menos en su mayoría, a cambio de conseguir un dinero que no se sabe quién ha de disfrutar.

Sixto G. Fernández Porrón, antiguo miembro de la comisión ejecutiva del SOMA

La Fresneda (Siero)

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