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Amigos inolvidables

2 de Septiembre del 2016 - Heradio González Cano (Oviedo)

Noticia lejana inesperada...

Los días se han ido pasando y aún no salgo de la inesperada sorpresa, con gran pesar. Telefónicamente un sobrino llamado Mauricio el pasado 17 de julio me dio la enlutada noticia sobre el fallecimiento de uno de los más grandes amigos que en esta vida pasajera he tenido, como lo fuera Reynaldo Guido y Molina, matagalpino, coterráneo sobresaliente, nicaragüense cabal, con quien durante más de treinta años nos escribíamos de manera mensual... Con misivas cariñosas, fraternales, me enviaba revistas culturales, sobre todo la de "Vox Pópuli", que con magistral acierto publica otro querido paisano, Humberto Rivera Altamirano, querido hijo del "poeta del centenario de Matagalpa" Julio C. Rivera, también inolvidable amigo que hace muchos años se nos fue... Qué gran razón tiene uno de los intelectuales más sobresalientes, entre otros pocos, que con plausible orgullo tienen las Asturias, doctor Jaime Álvarez Buylla y Menéndez, médico, escritor poético y musicólogo internacional, que escribiera: "La amistad es una de las pocas verdades que tiene la vida" (LNE 16-08-15)... ¡Cierto!

En unos "Sentimientos necrológicos" (LNE 05-12-15), había decidido no escribir más sobre necrologías, ya que, al haber escrito muchas en más de treinta años de vivir en Oviedo, me dejaban hondas nostalgias; sin embargo, eso no lo pude evitar tras las muertes muy seguidas de un Carlos Bousoño, el barón de Grado, Martín González del Valle, Efraín Canella Gutiérrez y Roberto Trelles... A quienes se les sumó otros de manera también inesperada, como don Eduardo Gota y Losada, eminente jurista y muy especial amigo, con quien por más de dos lustros tuve el alto honor de compartir, con otros juristas, como el también inolvidable don Gumersindo Carracedo, un amistoso "vinito” en el famoso Casa Conrado; don Eduardo me apreciaba de veras ya que él sabía de la dolorosa ausencia de mi patria por la "guerra sandinista", entre otras cosas íntimas... Nunca olvidaremos sus funerales, donde con un sentido abrazo acompañamos a su amada, Mariví Brey, y a sus hijos queridos, Victoria, Eduardo y Patricia...

También, insospechadamente, partió de este mundo el célebre hostelero Ubaldo García Pérez, quien con natural sonrisa, cada vez que un vermú departíamos o íbamos por las calles, solía decir entusiasmado, como si estuviese en su afamada La Paloma: "Hoy le ganamos un día a la muerte, no nos pongamos tristes...". Mucho sentí el no poder acompañarlo en su entierro, en el mismo lugar de nacimiento y ensueños, por encontrarme indispuesto, con la salud quebrantada, como mi señora; no obstante, con el corazón le hicimos compañía a su entrañable familia... Y para más remate en eso de la muerte, vaya verano astur, también dejó de palpitar el noble y sabio corazón de Juan Manuel Junceda Avello, amante esposo de la doliente Maribel y demás enlutecidos hijos y familia, a quienes mandamos ¡un beso!... Y para cerrar sobre lo que está pasando, vaya un fraterno abrazo para los queridos hijos del gran filósofo Gustavo Bueno Martínez, quien hiciera compañía para siempre, casi en menos de cuarenta y ocho horas, a su idolatrada Carmen. En los periódicos son muchas las ilustres plumas que le han dedicado un sentido y sincero recuerdo, aunque es una lástima que todo lo encomiable que se ha dicho de él, como de ella, no lo dijeran o escribieran con letras de oro cuando todavía existían...

Y volviendo al comienzo de quien nos ocupamos con gran tristeza, siempre también lo recordaremos mientas vivamos, esas "Reflexiones" que con letras áureas grabara un día del año 1993, son muy propias de hermano Reynaldo, y que publicara el pasado mes de marzo "Vox Pópuli": "Estoy tratando de limpiar de abrojos mi camino, para llegar alegre y feliz a la eternidad, donde no hay ruin seguro capaz de zaherir mi modesta altivez"... Amigo "Darling", como te apodabas, ya es toda tuya con gran provecho la eternidad; viviste 94 años y sembrando para el mundo nicaragüense nada menos que 14 hijos y una apoderada de tu amoroso sentir, doña Mercedes... Son todas tuyas las "Estampas folclóricas de Matagalpa", de tu maravilloso libro, cuya sinceridad en la escritura nos recuerdan los inmortales versos de Rubén Darío, quien este mes pasado de febrero se voló nada menos que 100 años de su aparente desaparecer... La dedicatoria de tu obra es total: "A Dios, mi ser creador. A mi adorada madre, Pilar Guido, por haberme traído al mundo". Ahora, querido Reynaldo, es toda tuya la eternidad, descansando en paz.

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