Los mitos del 34 en clave de sol
Como tantos otros escritos suyos, excelente, a mi juicio, la objetiva, concisa e incontestable contribución que Esteban Greciet -con la serena perspectiva de los sabios libres- nos ofrece en LNE del pasado domingo sobre la revolución contra la legalidad republicana en Asturias.
Quienes tratan tercamente de recomponer la historia contemporánea según ensoñaciones y consignas maniqueas, pretendiendo entronizar nuestra Segunda República como una angelical utopía tan sólo minada desde la caverna reaccionaria, y frustrada arteramente por un contubernio criminal de señoritos, sotanas, falanges y espadones africanistas bajo palio, deberían ser al menos un poco más consecuentes con códigos éticos tan simplistas. Deberían serlo, sobre todo, con su supuesto respeto a la legalidad democrática, al coquetear, tan significativa e irresponsablemente, con otras agresiones a la legitimidad republicana, con otros crímenes y con otros criminales que la pudrieron desde dentro ya desde su misma gestación, gravándonos a todos los españoles con una penosa herencia de dobles mentiras, imaginarios impostados, complejos y rencores para los restos. Pero, claro, la legalidad republicana es sagrada, incuestionable e inmarcesible en la doctrina de los nuevos jueces sólo cuando allí gobierna el Frente Popular, no cuando, al menos con similar legitimidad, lo hacen otros. ¿Por qué no se emplea aquí el mismo rasero que la izquierda recalcitrante utiliza cuando contemporiza con sus descarriados, condenando la violencia venga de donde venga?
Si además de expulsar del callejero solamente a los malos malosos de otro color, republicanos incluidos, y si pasadas las décadas, atemperadas las pasiones, desaparecidos los actores y presuntamente más civilizado el personal, se crean también rutas turísticas meramente culturales sobre mitologías pretendidamente inocuas, se ha de ser equitativo, ya que es difícil ser justo. A mí me parece que no lo es -ni justo ni equitativo- montarse un vía crucis laico por la ruta de las heroicas revoluciones populares (contra la tiranía de la derecha asesina) a la par que retirar ostentosamente todo reconocimiento a los no menos heroicos convecinos defensores de sus vidas y haciendas (contra el acoso de las hordas rojas). Si se va de demócrata exquisito y purista, y encima se ostenta un cargo público y se detenta discrecionalmente una representación ciudadana, hay que ser muy cuidadoso con hechos y gestos, si no se quiere ser acreedor al escaso crédito y respeto que al común de los ciudadanos nos merecen quienes deploran la corrupción, los excesos, los levantamientos, las dictaduras y los desmanes sólo cuando no son de la propia cuerda.
Julio Bueno
Oviedo
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