La interminable marmota
Quede claro que partimos de la base de que ninguno de nosotros estamos en posesión de la verdad absoluta; más que nada, porque ésta, si existe, fluctúa constantemente en un péndulo aleatorio que marea al más cuerdo.
Siempre admiré a los grandes filósofos, como don Gustavo Bueno, por su seguridad en el manejo de la verdad, y nos falta él justo cuando tenemos noticia de la captación de ciertas ondas sonoras procedentes de algún lugar a millones de años luz de nuestro planeta decrépito. Me pongo a relativizar, por supuesto con la tele apagada, y pienso que somos idiotas, las gaviotas y todos los demás por seguir como corderos a esta pandilla de ineptos usureros de nuestro tiempo, e impuestos en un nuevo día de la marmota interminable, que si yo te apoyo y sumamos 170, que si yo te niego y te j... (con perdón de ustedes).
No se puede superar ya el desprecio que producen esos que presumen de demócratas levitando por encima de la verdad absoluta sin concederle al contrario el pan ni la sal. Lo peor es que muchos insignificantes cierran filas a alrededor de estos fósiles sin pensar en la parálisis que está sufriendo la población, o no, tal vez queriendo aprovechar la apatía y el hastío de la gente para un hipotético vuelco electoral que les beneficie, que quizás a la tercera va la vencida.
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