Vivente

4 de Septiembre del 2016 - José Manuel López García (Gijón)

Vivente es el nombre de la maravillosa aldea en la que nací. Está en el concejo de Tineo, en Asturias. Posee unas vistas espléndidas y es una especie de bucólico paraíso campestre en el que el tiempo parece haberse detenido. Si la felicidad más completa puede hallarse, es uno de los sitios en los que puede encontrarse.

Sus tierras invitan a la ensoñación, al recuerdo y también a poner en marcha la imaginación y la creatividad. Desde la serenidad que se siente en esta localidad se pueden emprender cosas nuevas. La búsqueda de la excelencia y del engrandecimiento personal y artístico también es impulsada por la extraordinaria energía y fuerza de este fantástico lugar.

La hospitalidad de sus vecinos es inmensa y la belleza de su paisaje, también. El espíritu o la inteligencia se deleita en su contemplación y en los sonidos de numerosos y con imágenes llenas de belleza y verdad al que camina por sus sendas y disfruta de su río y fuentes y de su molino.

A unos 520 metros de altitud, su clima es riguroso, pero muy saludable. Y la comida satisface los paladares más exigentes con productos derivados del cerdo y del ganado vacuno, y con otros manjares que asombran por su textura, sabor y calidad. No en vano, Tineo tiene fama por la excelencia de su gastronomía y por la generosidad de su gente.

Las casas de Vivente, sobre todo las más antiguas, conservan la esencia del pasado rural en todo su esplendor y evocan recuerdos imborrables que están en la memoria de cada persona y también en la colectiva de alguna forma.

La belleza de esta localidad es también la de Tineo, pero en esta aldea se siente una paz de una intensidad que parece sobrenatural y sobrecogedora por muchas razones, que tienen que ver también con la rudeza de la naturaleza en su estado salvaje, sin artificios ni componendas.

Se pueden escribir innumerables poemas que den cuenta de la emoción y el amor que causa disfrutar de su paisaje y también se podría pintar infinidad de cuadros que revelen la belleza de sus atardeceres y de sus amaneceres, que tiñen el cielo de tonos rojizos y anaranjados casi indescriptibles.

Estas sentidas alabanzas de Vivente son merecidas, porque salen del fondo del corazón y responden a la verdad. Conservar o mantener la naturaleza de Vivente para las próximas generaciones es un reto que debe ser afrontado con ganas e ilusión. El patrimonio rural de aldeas como Vivente es un activo de primer orden y sirve, entre otras cosas, para descansar y también para llenarse de buenas sensaciones en cualquier época del año. Además, las fiestas de San Juan en Vivente, en junio, son magníficas.

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