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Robarle al inglés

14 de Septiembre del 2016 - José María Izquierdo Ruiz (Oviedo)

"Inglaterra ha estado en la gran fiesta de las lenguas y ha robado hasta las migajas".

Este artículo no pretende recuperar lo que los piratas Morgan, Drake y sus colegas del Cantábrico y del Caribe nos robaron siglos atrás; sólo aspira a robar todo lo bueno –en brevedad y sencillez del idioma inglés– que, a lo largo de los siglos, ha ido atesorando con lo mejor de otros idiomas y con lo que ha perfeccionado del suyo. Es, sobre todo, el carácter práctico del pueblo inglés el que ha ido transformando su idioma hasta convertirlo en el más rápido del planeta, tanto en su expresión oral como escrita, y también, junto al chino, en el más rico, tratando de hacer buenas para su idioma las tesis de la selección natural de Darwin y de la supervivencia de los más aptos de Spencer. Incluso Shakespeare preconiza "usar de nuevo lo que ya está gastado", y Jolm Dryden, "comerciar con palabras tanto vivas como muertas".

El proceso de mejora del inglés, desde las invasiones anglo-saxo-jutas en los siglos IV a VI, sigue en curso, pero ya alcanzó su madurez hacia el año 1700. Fue entonces cuando el escritor Jonathan Swift fracasó, afortunadamente, en su intento de crear una academia que regulara la lengua, de forma que los ingleses y sus escritores pudieran seguir mejorando libremente su idioma.

Por el contrario, en España, el primer Borbón, Felipe V, a imitación de la Academia Francesa, creó en 1714 la RAE, con el lema, aún en vigor, "Limpia, fija y da esplendor", sin duda con la sana intención de "resarcir" al pueblo español de la pérdida de Gibraltar causada por su guerra de Sucesión al trono.

No vamos a entrar aquí en el cómo y el cuándo de los cambios vocálicos, consonánticos, gramaticales y de acento que condujeron a la brevedad del inglés, sino decir que en este idioma los 23 sonidos consonánticos y los 12 vocálicos con sus diptongos conducen a 44 fonemas y a innumerables grafemas. Los 12 sonidos vocálicos dan un enorme juego combinatorio con las consonantes, para originar muchos monosílabos y palabras llanas; no se puede negar que esta brevedad obliga al no nativo a la tarea de distinguir dichos sonidos, aes, es, ies cortas, largas, mixtas o francesa, y que es difícil dominarlos todos; pero muchos son imprescindibles para hacerse entender y su mal uso conduce a veces a que no se los entienda y otras a que tilden, a quien los use, de mal hablado si, por ejemplo, confunde la i larga de "sheet" con la corta de "shit". Por su parte, el papel, igualmente importante, de las consonantes se debe a la pronunciación conjunta de dos, tres, cuatro..., que aún reducen más la brevedad escrita y fonética del inglés. ¡Qué diferencia con el español, que apenas admite pronunciar dos consonantes seguidas. Incluso palabras que fueron de uso común durante décadas, como film o boicot, ahora quieren que digamos filme o boicoteo, que alarga en dos sílabas nuestro habla tradicional. ¡Como si esa maniática "aclimatación" de palabras que acaban en consonante o las que en inglés se pronuncian varias seguidas se debiera a que nuestros órganos de fonación fueran de peor condición que los de un inglés!

Esta brevedad escrita y fonética del inglés atañe en gran medida a las palabras de uso más frecuente. Las 20 palabras más usadas del cuerpo humano dan un total de 24 sílabas en inglés y 48 en español; las 28 prendas de vestir más usadas suman, respectivamente, 40 y 86 sílabas; y los alimentos más comunes, 50 y 87.

Esta duplicación del español se extiende a todo tipo de palabras. La brevedad del inglés no se limita a lo dicho, sino que se amplía, en conjunción con su mayor sencillez, por su estructura gramatical más regular (con pocos verbos irregulares, pocas formas verbales...) y por la riqueza de la lengua. Hay otras muchas causas de la brevedad del inglés, cuyo detalle queda para textos relativos a la sencillez y riqueza de este idioma.

En síntesis, y con el mayor respeto a la autoridad, proponemos que el tradicional lema "Limpia, fija y da esplendor" se cambie por el de “Roba, emula y deja hacer”.

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