Qué felicidad
Recordatorio de recordatorios: No podremos impedir que la melancolía sobrevuele sobre nuestras cabezas, pero tratemos de lograr que no haga su nido en ellas.
Hace algunos años, «La Tacita» recogía en su seno (y en éste lo tiene para siempre, siempre, siempre) la renacuajilla de ahí arriba a la izquierda, decíamos, ella decía que «aquí, en nuestro barrio, aquí en nuestra calle, frente por frente de nuestro portal, acaban de estrenar, casa, piso, un puñado de matrimonios ilusionados. Estos pasados días, durante los cuales no hemos tecleado ni una línea tan siquiera, hemos visto desde uno de nuestros ventanales cómo iban, van llegando a su flamante domicilio cónyuges, parejas sin críos y algunas ya con sus pequeñajos. La casa. ¿La casa es sólo el inmueble en el que se vive? No. Una casa, en el fondo, es donde se espera con amor y donde asimismo se es esperado. Bienvenidos a sus casas; a esas casas de las que dejamos aquí una breve pincelada».
Qué felicidad, cuánta felicidad sentimos todos, ¿verdad?, respecto a la vuelta a casa de la tripulación del atunero español secuestrado. Especiales abrazos y ser abrazados por la mujer, la madre y el padre y la novia de cada cual, amén de por los hijos y por los hijos de los hijos.
Amables lectores, vayamos ya hacia el punto final. Para ti, Natalia, hacia Tineo vuela un beso con toda el alma, muchacha: cada día te queremos más y más.
Despedida y cierre.
Érase una vez.
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