Medicina estética, belleza y salud
"La belleza exterior no es más que el encanto de un instante"
George Sand
La medicina estética es una disciplina mínimamente invasiva que tiene como objetivo el mantenimiento de la "salud estética" en condiciones fisiológicas normales, así como la restauración de la misma en situaciones patológicas. Se basa fundamentalmente en la prevención, y cuando esto no es posible, en la corrección de alteraciones consideradas "no estéticas". Aplica tratamientos con la finalidad de cambiar aquellas partes del cuerpo (arrugas, manchas, abdomen, pelo, bolsas de grasa, ojeras, etcétera) que no son satisfactorias para el paciente, dentro de las cuales, en algunos casos, hay razones médicas (por ejemplo, una reducción mamaria cuando hay problemas ortopédicos en la columna lumbar). Dentro de este tipo de intervenciones encontramos el "lifting" facial y los implantes mamarios, "peelings", masajes, dietas depurativas, etcétera. Las más populares, según la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS), son: la rinoplastia, abdominoplastia, la mentoplastia y blefaroplastia (cirugía de rejuvenecimiento de párpados, resección de piel y bolsas de grasa), entre otras. Desde los años noventa, la verdadera revolución de la medicina cosmética regenerativa se relaciona con la aplicación de microinyecciones para suavizar las líneas y los surcos de la cara. El ácido hialurónico de bajo peso molecular tiene un efecto hidratante muy importante, se aplica en forma de mesoterapia y consigue una piel radiante y flexible. Los tratamientos estéticos más frecuentes son los procedimientos mínimamente invasivos (bótox, ácido hialurónico, depilación definitiva, peeling químico, rejuvenecimiento facial con láser, etcétera).
PRESION SOCIOCULTURAL
Las tendencias a través de los medios de comunicación (redes sociales, "hashtags", "trending", etcétera) contagian los comportamientos de jóvenes y adultos (menús saludables, cultivos biológicos, recetas veganas, yoga, "mindfulness", etcétera). En la actualidad, en la cultura occidental, la estética se presenta como un valor que permite el equilibrio entre el cuerpo y el espíritu, y también contribuye a la salud y, por supuesto, al éxito profesional. Nos venden continuamente que si no eres joven y hermoso, la vida no te puede ofrecer nada. Los medios de comunicación y la publicidad fomentan que se imiten los cuerpos de modelos extremadamente delgadas como símbolo de bienestar, salud y felicidad; éxito, fama y poder juegan un papel fundamental para desarrollar esta idea. Ciertamente, la posmodernidad es la cultura del presente; hoy no importa un mañana radiante: sólo vivimos el momento, la inmediatez, ¿y qué es más actual que el propio cuerpo? La polarización narcisista en el cuerpo se observa a través de las preocupaciones angustiosas y de las manifestaciones verbales: angustia de la edad y las arrugas, obsesión por la salud, ansiedad por la línea, preocupación por la belleza y la estética, etcétera. El interés febril por la imagen del cuerpo no es en absoluto espontáneo y libre, obedece a imperativos sociales y a intoxicaciones consumistas. Esto implica, por un lado, el deseo de acercarse a ciertos arquetipos mediáticos y, por otro, parecer eternamente jóvenes para no perder ventajas en el terreno laboral, en donde la apariencia física implica tanto como la idoneidad. En una encuesta realizada entre los lectores de "Psychology Today", se vio que el nivel de insatisfacción corporal en 1983 era de un 25 por ciento para las mujeres y de un 15 por ciento para los varones, mientras que en 2015 esas cifras habían ascendido al 56 y 43 por ciento, respectivamente. La diferencia fundamental radica en que así como las mujeres querían ser más delgadas, los varones desean ser más musculosos.
Subtítulo: La necesidad de aceptar todos los procesos del envejecimiento
Destacados:
-No podemos negar que con el auge del consumismo de una sociedad más materialista y obsesionada por la perfección y el culto al cuerpo se han dejado al margen otros valores sociales, morales, educativos y espirituales
-Inequívocamente, la felicidad surge de nuestro interior, de lo más profundo de nuestro psiquismo
EL CULTO AL CUERPO
No podemos negar que con el auge del consumismo de una sociedad más materialista y obsesionada por la perfección y el culto al cuerpo se han dejado al margen otros valores sociales, morales, educativos y espirituales. Este auge de la cultura en un contexto del culto al cuerpo (el becerro de oro) lleva al aumento de la demanda de tratamientos estéticos. De hecho, un 64 por ciento de las mujeres estaría de acuerdo con hacerse algún retoque; y un 61 por ciento ha reconocido haber sentido intensas influencias externas. En este sentido, explican que "los medios de comunicación te muestran todo el tiempo a la mujer físicamente perfecta"; por ejemplo, el tema de la mesoterapia, dice una paciente, lo escuchó por televisión, así como que algunas modelos se lo hacían, y pensó que podía ser efectivo, y continúa, "en la televisión sólo aparecen mujeres perfectas". Y concluye que eso influye negativamente en cómo se siente una. La mayoría de las mujeres considera que los tratamientos estéticos mejoran el aspecto físico y se sienten mejor psicológicamente. Más de un 71 por ciento de mujeres tratadas en medicina estética reconoce que han cumplido sus expectativas en la mejora de su imagen corporal y, en general, se sienten más seguras de sí mismas. Así, pues, una sociedad que glorifica la belleza, la juventud y la salud potencia inequívocamente los tratamientos estéticos.
El culto al cuerpo que manifiesta la sociedad hoy en día es el factor con mayor incidencia sobre la demanda en la estética. La nueva tendencia en las redes sociales actúa de forma implacable en adolescentes y adultos. Cada poco tiempo emerge de la nada un nuevo estilo, nueva moda que pone el acento en algún punto del cuerpo femenino (hueco entre los muslos, línea vertical que cruza el abdomen "ab crack", curva de la "infelicidad", estrías, líneas, etcétera). Sin duda, el hedonismo, el culto al cuerpo, el consumo desenfrenado y la búsqueda de placer inmediato son algunos de los rasgos que describen esta era narcisista. Pero ya sabemos que la felicidad se aleja cada vez más de esos cuerpos esculturales, muchas veces vacíos, que actúan simplemente como estatuas que se veneran a sí mismas. Pero cuando la belleza es vista como un valor absoluto que debe alcanzarse a toda costa, entonces podría relacionarse con la llamada "psicopatología de la imagen corporal". Pero la belleza es el estado armónico de equilibrio entre el yo físico y el yo psíquico, y, en consecuencia, es muy complicado alcanzar tal grado de equilibrio sobre todo si tenemos en cuenta las innumerables disfunciones afectivas y emocionales que se dan en la persona de la cultura occidental. De hecho, se atiende más a la belleza corporal que a la belleza psíquica, integrada ésta última, por una serie de valores trascendentales (paz, amor, ilusión, esfuerzo, felicidad, generosidad, amistad, tranquilidad, comprensión, armonía, etcétera). A pesar de todo, se gastan cantidades ingentes de dinero en mejorar la estética y la belleza corporal; es uno de los negocios más lucrativos. Sin duda, las mujeres han sido, hasta hace relativamente poco, la única diana del culto al cuerpo; sin embargo, más recientemente, el hombre también es un objetivo para este tipo de presión social, lo que ha generado un cambio en su estilo de vida y una mayor preocupación por su apariencia física. De esta forma, nos encontramos con un nuevo concepto sociocultural: la metrosexualidad, que define a ese hombre que cuida meticulosamente su apariencia. Y así, el cuerpo masculino se está utilizando intensamente para la publicidad.
EL COSTE DEL CULTO AL CUERPO
Surge un nuevo modelo ideal de un hombre joven musculado y vigoroso, frente al "ideal anoréxico" de muchas mujeres. Y a partir de esos modelos psicosociales, deriva una cascada de enfermedades relacionadas con el "culto al cuerpo". Así aparecen los trastornos de tipo alimentario, como la anorexia nerviosa (AN) o la bulimia nerviosa (BN). Asimismo, la vigorexia o "complejo de Adonis", que es una obsesión en torno al culto del músculo, y la "tanorexia", que es la obsesión por alcanzar un tono bronceado perenne durante todo el año. La búsqueda obsesiva de ese ideal de belleza hipermusculado afecta básicamente al sexo masculino y conlleva el uso continuado de sustancias ergogénicas, como los esteroides anabolizantes (EA). La gran mayoría de estos trastornos comparte un síntoma común: desear una imagen corporal perfecta y distorsionar su propia realidad frente al espejo.
La búsqueda desesperada por alcanzar el modelo de belleza actual lleva a mujeres y hombres a desafiar su cuerpo y someterlo a innumerables transformaciones. Por eso, huir de la edad, evitar el envejecimiento es vivir como ánima en pena, totalmente ausente. La lozanía y la felicidad que tanto anhelamos y buscamos han de estar presentes en el alma, no en una "escultura de barro" ausente de "caídas" (caída del pelo, papada, debilidad del pene, caída hormonal, caída del ánimo, caída de la figura, caída muscular, caída de la densidad ósea, flacidez, disminución de la autoestima, etcétera). Pero hay personas que continúan en un sueño de nostalgia, que opinan que cualquier tiempo pasado fue mejor, al igual que los depresivos, que dejan simplemente de vivir la vida y se instalan en una culpa retrospectiva de hechos antiguos reales o imaginarios; personas que miran el pasado a través de un cristal negativo y pesimista. Y tal vez la búsqueda de ese paraíso termine por convertir su vida en un auténtico infierno de frustración, aflicción, pena, depresión, aislamiento y muerte psíquica y social.
No obstante, la clave para la belleza de la persona es aceptar todos los procesos del envejecimiento; sin embargo, muchas personas se resisten, desafían los cambios biológicos y psicológicos que se producen con el paso de los años. Compran belleza a golpe de talonario y utilizan un variado arsenal terapéutico con el fin de detener y desafiar el envejecimiento. Son consumidores frecuentes del bisturí, bótox, liposucción, "lifting", ácido hialurónico, implantes inyectables, dietista, entrenador personal, etcétera. Consumen compulsivamente productos "antiaging" (antienvejecimiento) que tratan de combatir y ralentizar el proceso de envejecimiento. Las opciones son múltiples: tatuajes, borrar arrugas de expresión con toxina botulínica, rellenos faciales, corregir la celulitis (destrucción de grasa localizada), añadir volumen, técnicas de lisis adipocitaria para corregir la silueta, etcétera. ¿Hay algo de malo en utilizar estas técnicas? En manos de médicos estéticos, estas técnicas son una opción perfectamente válida si con ello se logra corregir un defecto anatómico y psíquico que preocupa a la persona. Sharon Stone, con 57 años, fue la imagen de un importante laboratorio dermatológico que produce rellenos de ácido hialurónico. Su cara tratada con esta sustancia recorrió el mundo entero. Se la observa deslumbrante y totalmente rejuvenecida. Lo cierto es que los "50 de ayer" hacen aparecer a las actuales mujeres de 50 como hijas de sus coetáneas de aquellos tiempos. Pero debemos ser conscientes de que cualquiera de estas técnicas entraña riesgos clínicos y terapéuticos para la seguridad del paciente (reacciones alérgicas, inflamación, dolor, edema, reacciones de hipersensibilidad retardada, etcétera).
A pesar de todo, tras una corrección, la "imagen corporal" del paciente puede continuar siendo claramente insatisfactoria, ya que ésta se trata de una representación mental del cuerpo que cada individuo construye en su propia mente. Por ello, el componente subjetivo es muy importante; el médico estético ha de tener en cuenta las emociones, las obsesiones, los sentimientos, los pensamientos y el grado de madurez emocional del paciente. Y especialmente relevantes son las preocupaciones obsesivas (preocupación por algún defecto imaginado, insatisfacción por su cuerpo, preocupación excesiva por su cuerpo, etcétera). Sin duda, estas preocupaciones exacerbadas se relacionan con el trastorno dismórfico corporal (TDC), la obsesión por la vergüenza del propio cuerpo. La persona percibe su "defecto" como insoportable, más pronunciado de lo que es en realidad y ahí, precisamente, surge su distorsión perceptiva. Así, por ejemplo, hay muchas adolescentes que teniendo un peso normal se ven como obesas. Ello implica un gran malestar subjetivo, perturbando su equilibrio emocional, social y laboral. Pero inequívocamente la felicidad surge de nuestro interior, de lo más profundo de nuestro psiquismo, en un manantial reluciente de ideas, pensamientos, acciones, ilusiones, generosidad, bondad, perdón, sabiduría, amistad y amor. ¡Mucho amor!
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