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El vínculo entre abuelos y nietos no puede desaparecer

13 de Septiembre del 2016 - José Antonio Gutiérrez González (Piedras Blancas)

El mejor invento del ser humano, la familia, actualmente está roto por el excesivo número de abuelos y nietos. No debemos olvidar que, en el otro extremo de esas sacrificadas personas que crían y cuidan de los hijos de sus hijos, están aquellas otras, generalmente de clase más acomodada, pero igualmente queridas, que, en su dura y nada desdeñable carrera hacia el Estado del bienestar, consideran que sus "obligaciones familiares" con sus hijos ya están satisfechas, si es que algunos, especialmente los de antes, llegaron a cumplir con sus hijos como al menos suelen hacerlo los padres de hoy.

En los últimos tiempos se habla de los abuelos como un recurso necesario y recurrente, máxime en tiempos de crisis económica; se les confían los nietos, se les encargan recados y gestiones, y hasta se dejan "arañar" sus limitadas pensiones. Muchos de ellos, por el contrario, en plenas facultades físicas y psíquicas, se aíslan a vivir su exclusiva vida, siendo para todos muy triste esta ruptura.

El grato recuerdo que tengo de mis abuelos, especialmente de mi abuela materna, Catalina, es muy dulce y permanente. Muchísimo cariño, protección, cuentos de fantasía y magia, sonrisas limpias, sabios, muy sabios consejos, generosidad y abnegación extrema.

Hace ya muchos años que dejé de ser niño, pero me gusta seguir soñando que aún lo soy para recordar a mis abuelos. Y tanto mi mujer como yo hemos transmitido a nuestros hijos que mantuvieran siempre la pasión hasta la desaparición de los "yayos".

En el papel de los abuelos en los tiempos que corren debería recuperarse la "jerarquía" perdida, estar más presentes, ser más escuchados, consultados, ser reclamados para consensos y como compañeros únicos para guardar secretos... En una palabra, tienen que ser y estar más visibles.

Los hogares necesitan más aroma de abuelos. Además, estos son tan generosos que son capaces de olvidar lo más indispensable para ellos. Sí, tengo cuatro nietos, pero siempre sentiré la cercanía de mis abuelos. La familia nunca se acaba y muchísimo menos habiendo nietos con quienes disfrutar del entorno. Hoy, en algunos casos, pocos por suerte, han pasado a ser niñeros puntuales para correrías nocturnas. Algo muy importante se ha perdido. Y las consecuencias negativas serán, inevitable y tristemente, recíprocas para toda la familia.

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