¿Gente o gentuza?
LA NUEVA ESPAÑA daba noticia el pasado día 11 del homenaje que, cada año, la Federación Asturiana Memoria y República (FAMYR) organiza en el Alto de la Tornería (Llanes), en homenaje a los combatientes del bando republicano caídos en la batalla del Mazucu. Nada más humano que recordar a los muertos (los animales no lo hacen) y valorar su sacrificio cuando han muerto por una causa noble. En la ceremonia se otorgan, además, los galardones "María Jesús Suárez Rabanillo" a los valores republicanos.
Y aquí empiezan las perplejidades de este lector desprevenido. Entre los galardonados por encarnar, a juicio de FAMYR, los valores republicanos destacan sujetos como el famoso Alfón y el no menos famoso Andrés Bódalo, ambos en prisión en cumplimiento de sentencias firmes. Bódalo, como es sabido, por la agresión al teniente de alcalde socialista de Jódar. Alfón fue detenido, durante la huelga general de 2012, cuando portaba una bolsa de gran tamaño con un artefacto explosivo de fabricación casera, que contenía metralla y una mecha con fósforo. Ambos son reincidentes, juzgados por su participación en actos delictivos, casi siempre de naturaleza violenta.
María Jesús Suárez Rabanillo fue destacada militante del PCA, en cuya ejecutiva desempeñó la secretaría de la mujer. Tal vez por eso se otorga el premio que lleva su nombre a Bódalo, condenado y multado por agredir en Úbeda a una embarazada de seis meses, y a Alfón, cuya primer condena, en 2009, fue por robo con violencia, agresión sexual y lesiones. Repúblicas aquí hemos tenido dos, pero hay muchas. La cubana, la bolivariana, la de Kampuchea, la de Corea del Norte.
Qué república y qué valores invocan los de FAMYR. Asociar a los muertos de la Guerra Civil con sujetos de la calaña de Bódalo y Alfón más que un homenaje es una injuria, una profanación. ¿No quedan republicanos de la Segunda República para denunciar esas torpes amalgamas? El epitafio para todos los muertos de la Guerra Civil ya lo escribió Azaña en 1938: "Paz, piedad, perdón". El resto debería ser silencio. El que exige el respeto. (Y para recordar, leer a historiadores solventes y olvidarse de la agitación).
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