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El modelo de pensamiento conforma nuestras decisiones

26 de Noviembre del 2009 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

En ocasiones nos dejamos arrastrar y reaccionamos con inmediatez tomando decisiones sin perspectiva y, cada una de estas decisiones, nos va atrapando en nuestro particular universo en el que vivimos.

Nuestro ego ha llegado a crear importantísimas ciencias que se basan en el mismo: las Ciencias Políticas, la Economía, la Antropología, la Sociología, la Sicología... Pero mejor sería consultar a la Etología. Poco antes de morir, Konrad Lorenz recibió la visita del periodista Pino Aprile y conversaron sobre un interesantísimo tema. Después Aprile escribiría un libro: Elogio del imbécil (el imparable ascenso de la estupidez). Sin embargo ya había publicado otro libro el historiador de economía Carlo M. Cipolla con el título: Allegro ma non tropo. El cual, en su capítulo segundo, desarrolla todo un interesante compendio sobre las leyes fundamentales de la estupidez humana. Un modelo cartesiano del bien individual y del común. No hemos desarrollado modelos de pensamiento analíticos y equidistantes, sino radiales y egocéntricos. Ahora, para enfrentarse a esta crisis de modelo productivo que padecemos, será necesario, previamente, un nuevo modelo de pensamiento y, sobre todo, no corromperlo. Analicemos algunos:

-: Un modelo adecuado para avanzar por la selva con el guía, y su machete, a la cabeza. Pero tiene su forma corrompida, el timonel de un barco de remos que guía a los remeros, los cuales, situados de espaldas, ven pasar el mundo alejándose ignorantes de su destino.

-: Es el tradicional modelo donde los lideres se ponen a la cabeza de sus respectivos equipos para hacer frente a las dificultades y proteger las líneas trasversales de los más débiles. En su versión corrompida se transforma en el modelo de carroza de gansos o trineo de Papa Noel (muy común aquí). Es decir: los gansos o los renos deben solucionar los problemas de la mítica jefatura que olvida aquello que ya fue dicho hace 2000 años: No estamos aquí, para ser servidos, sino para servir y dar la vida por la libertad de los demás. Pero nada de esto está ocurriendo, y el llamado primer mundo no sirve a ese tercer mundo que ya se ha convertido en cuarto o quinto y que, igualmente, está instalado en el patio de atrás de las ciudades de nuestro orgulloso y pretendido primer mundo.

-: El modelo radial, egoísta y egocéntrico. (Para qué explicar más, sobre su banalidad). Sin embargo, es el modelo heredado y que, desde la irresponsabilidad política, seguimos aplicando. No, no hemos sido capaces de cambiar de modelo, sino tan sólo de centro: Madrid, por las capitales de las autonomías.

-: Ortogonal, equidistante y equilibrada. Un modelo en el que cada uno de sus componentes está en relación con sus próximos, guardando una armónica y equilibrada distancia. Un modelo donde cada individuo es libre para presionar en una determinada dirección, y tensar la marcha hasta convencer a sus inmediatos. Un modelo dinámico, competitivo y adaptativo, donde todos somos imprescindibles y todos debemos estar suficientemente formados, competentes, autónomos y responsables. Sin embargo, frente a este modelo, surgen siempre las reticencias del modelo egocéntrico, basado en el poder y servilismo, capaz de perjudicarse a sí mismo con tal de mantenerse en el poder.

Desde San Francisco de Asís, pasando por las grandes revoluciones sociales, se ha pretendido acabar con la explotación del hombre por el hombre. Sin embargo un modelo para garantizar igualdad, libertad y fraternidad no acaba de hacerse realidad. No queremos aceptar la equidistante aportación de cada uno y su corresponsabilidad. La solución no es buscar un igualitarismo opresor, sino una igualdad de oportunidades, derechos y correspondientes deberes. La cuestión no es la propiedad, sino los valores éticos y el compromiso (venimos y nos vamos de este mundo sin nada. A lo sumo deberíamos hablar de derecho de uso y no de propiedad. Incluso las familias que heredan una propiedad deberían darse cuenta de su compromiso con su uso productivo). No es una confrontación de sistemas, es una cuestión de modelo de pensamiento en busca de la verdadera libertad. Es el compromiso intelectual con la libertad: la que se da (la que se recibe sólo es en muchas ocasiones, lamentablemente, opresión de otro disfrazada), es el desapego y el compromiso con todos. No es el deber de los opresores de ayudar a los oprimidos, es el derecho de los oprimidos a no serlo. La cuestión no es el bien propio, sino el bien común y el tan consabido resumen: el problema no es que los ricos sean ricos, sino que los pobres vivan en la pobreza esclavos del no hacer. Nuestra condena es el progreso y estamos obligados a la búsqueda constante de respuestas. ¡Hagámoslo así! Si somos capaces de tomar conciencia del problema. Tenemos que tomar conciencia de que no trabajamos para nosotros, sino para nuestra progenie y futuro. La innovación no es más que eso, anular el ego central de nuestro modelo de pensamiento. La innovación no es hacer cosas nuevas, sino cambiar el modelo del pensamiento; sino todo deviene en agitación favorecedora de oportunismos y oportunistas. Sólo con nuevos pensamientos e ideas (aún partiendo de hacer las mismas cosas) se consolidará el innovador progreso. ¡No desfallezcamos! La revolución pendiente es la moral.

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