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Doctrina de los actos propios

15 de Septiembre del 2016 - Coro Junquera Lantero (Oviedo)

"Venire contra factum proprium non valet".

Principio general del derecho, que norma la inadmisibilidad de actuar contra los propios actos hechos con anterioridad, es decir, que se prohíbe que una persona pueda ir contra su propio comportamiento mostrado con anterioridad para limitar los derechos de otra que había actuado de esa manera en la buena fe de la primera.

Constituye un límite del ejercicio de un derecho subjetivo, de una facultad o de una potestad, como consecuencia del principio de buena fe, y particularmente de la exigencia de observar un comportamiento consecuente.

El núcleo de la teoría del acto propio se halla en las expectativas legítimas.

Dado que las personas somos seres racionales, podemos planificar nuestro futuro en ciertas razones o expectativas que nos aporta un tercero y que cuando éste las incumple, nos causa un daño injusto.

Este principio, que en la realidad se aplica sólo en derecho y de forma limitada, imaginemos por un momento que se pudiera aplicar a la vida civil, a la política en concreto.

¿A cuántos de los que hemos votado a lo largo y ancho de esta democracia nuestra podríamos pedir indemnización basándonos en el incumplimiento de este principio?

Unos y otros que nos prometen en campaña electoral tantas y tantas cosas, que llevan en sus programas tantos y tantos compromisos que luego quedan en papel mojado, muchos de ellos son la causa de nuestro voto y de nuestras expectativas de futuro.

Pero como la política se ha convertido en un ente extraño y consentido, al que se le permite todo, resulta que sólo tenemos como arma de defensa el no votarles en la siguiente convocatoria; ¡pobre solución para tan alta decepción!

Pero ¿por qué?, si en realidad la relación entre político y votante es un contrato, en el que se firma un acuerdo por el cual una parte le da su voto como contraprestación a ciertos actos a los cuales se compromete la otra parte.

Se echa de menos una sujeción más cierta de la política a las normas y no sólo en el caso de corrupciones y demás desaguisados, sino también para cuando el político aplica el "donde dije digo, digo Diego".

Y también se echa en falta más honor, sí, honor, palabra en desuso, cuya práctica todavía está más olvidada.

Y vergüenza y ser fiel a los principios de cada uno, y desinterés personal y generosidad, y elegancia y educación, y tantas y tantas cosas.

Y lo peor es que nos hemos acostumbrado a todo esto y protestamos pero nos quedamos colgados en unas justificaciones absurdas y poco racionales.

¡Es ésta una sociedad en crecimiento en tantas facetas y tan empobrecida en otras!

Se habla de regeneración política como algo necesario ya, y lo es, pero también la regeneración personal y colectiva como seres humanos, que parece que a veces se nos olvida que somos los seres ¿más? inteligentes de la Tierra.

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