En memoria de Ignacio
Plumas más acreditadas que la mía ya rindieron homenaje en estas páginas al que, sin ninguna duda, fue el mejor escritor asturiano de los últimos años. Aunque no éramos amigos íntimos, siempre mantuve buenas relaciones con Ignacio, y en las pocas ocasiones en las que pude, disfruté de su inmenso saber. En mi memoria ha quedado grabada para siempre una conversación sobre cine clásico que sostuve con él hace muchísimos años en Debajo de los Arcos. Conocí su obra en principio a través de sus colaboraciones en LA NUEVA ESPAÑA, prendándome pronto de su prosa, seca pero rica en matices, y de su estilo llano y directo, pero, aun así, extremadamente culto. Sus artículos eran lo primero que buscaba en el periódico. Admiraba profundamente la erudición y sencillez con que lo describía todo. Y al igual que muchos, lo que más me impactó de él, causándome una inmejorable impresión, fue su sinceridad, su férrea voluntad para no sucumbir a eso que ha dado en llamarse la "corrección política", y su determinación para llamar al pan, pan, y al vino, vino.
Conocí el grueso de su obra un poco tarde, pero ya se sabe que nunca es tarde si la dicha es buena. Y nunca le agradeceré lo bastante que, conocedor de mi interés por las guerras carlistas, me recomendara una serie de libros sobre el tema de los que apenas había oído hablar, títulos que me esforcé en encontrar y leer con avidez, al igual que los suyos.
Pero Ignacio Gracia era, además de un magnífico escritor, una buena persona que dejó una huella imborrable en todos los que se acercaron a él y a su obra sin prejuicios de ninguna clase, convencidos de que iban a encontrarse con alguien auténtico, una rareza en este pícaro mundo en el que todo es pura apariencia. Ignacio era de esa clase de hombres que no van por ahí queriendo hacer "amistades" como sea, pero que se ganaba la amistad de las personas que, como él, valoraban lo realmente importante.
En mi biblioteca, infinitamente más modesta y menos rica que la suya, guardo una de sus obras, que tuvo a bien dedicarme, un pequeño tesoro que, con su muerte, adquiere mucho más valor para mí. Este mundo fue un poquito mejor porque Ignacio Gracia Noriega pasó por él. Descanse en paz.
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