Elogio a Joaquín Leguina
Ser intelectualmente sincero es característica destacable de personas honradas, conocedoras de la historia y, en consecuencia, personas equilibradas y equidistantes.
Entrar en la sala de los espejos y contemplar las tortuosas transformaciones corporales, a unos les produce risa por eso de la ridiculez, a otros les enseña que es mejor hablar mirándose a la cara sin desviaciones artificiales.
Obcecarse en vivir la realidad como una negación del otro es privarse a sí mismo del respeto que lleva consigo la libertad.
Jugar en el tema de la corrupción a ser jueces instructores, jueces presidentes de sala y jurados populares, combinando todo ello con la utilización de los medios de comunicación, unos objetivos, otros interesados y la mayoría populistas es llevar a que la verdad sea utilizada en la medida y proporción de la capacidad que tenga para fulminar al adversario.
Escuchar al señor Leguina es aprender a ser demócrata, ecuánime, realista y honrado.
Las trifulcas políticas, sin apenas altura intelectual, nos están ofreciendo el desgraciado camino del partidismo personalista, que, rodeado de una forofa, pagada y bien organizada claque, va encumbrándose a los altares basura de la política gremial interesada.
La verdad os hará libres, que guió la educación de muchos políticos, ahora llamados históricos, está siendo borrada por la estupidez sórdida de la modernidad negativa e inquisitorial de politiqueros al uso o medida de sus propios intereses y los intereses de aquellos que les rodean.
Elogio breve a don Joaquín Leguina, precedente, con otros muchos compañeros, de lo que debe ser un político y ejemplo a seguir por aquellos que equivocan la socialdemocracia con el reparto equitativo de sillones, sillas y taburetes, y que, además, se atribuyen el derecho de juzgar, sentenciar y ejecutar toda realidad que no les beneficie.
¡Gracias!, señor Leguina. ¡Gracias!
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