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Feminismo, corrección política y educación

19 de Septiembre del 2016 - Guillermo Suárez Noriega (Oviedo)

Sr. Director:

En la página 77 de su periódico (y, en buena parte, el mío desde hace muchos años) del domingo 18 me encuentro un titular que llama poderosamente mi atención: "Un manual escolar indigna a las mujeres asturianas por su visión del feminismo". Supongo que comprenderá mi sobresalto ante un hecho capaz de indignar a un colectivo de varios cientos de miles de personas, que suscita el rechazo universal y sin fisuras de un grupo tan numeroso y heterogéneo en edad, condición, ideas y credos.

Frente a lo improbable de tal suceso, paso a pensar que algún organismo o institución que representa a la mujer asturiana en su conjunto ha manifestado el susodicho disgusto, pero cuando me acerco al cuerpo de la noticia descubro que quien manifiesta su indignación es la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas de Asturias, que tiene perfecto derecho a ello, pero que ni ostenta la representación de la mujer asturiana en general, ni nada hace pensar que lo pretenda. Por lo que el titular es indudablemente espectacular al precio de ser, seguro que sin intención, manifiestamente falso.

El subtítulo no mejora la cosa. Se afirma en él que el libro asegura que las feministas radicales defienden el lesbianismo como la mejor opción sexual, y, si vamos otra vez al texto, descubrimos que lo que se afirma en dicho manual escolar es que algunos grupos feministas radicales lo hacen. Habrá quien piense, con el titulista, que la diferencia no es mucha, pero no puedo estar de acuerdo: ese algunos es la diferencia entre un dato verdadero de uno falso.

Vaya por delante que no tengo relación ni siquiera de simpatía por la editorial del texto, y menos por el autor o autores, por el simple hecho de que los desconozco. Pero aseguro que no encuentro en los entrecomillados del artículo y las páginas del texto del que están entresacados, al cual he tenido acceso, nada que no coincida con mi conocimiento de la historia y actualidad de los movimientos feministas y perfectamente contrastable con las fuentes disponibles.

La política, como guerra de sexos, tanto descriptiva como propositivamente, es sostenida sin paliativos por numerosas militantes feministas tanto nacionales (véase Lidia Falcón) como extranjeras. La existencia de grupos de carácter feminista radical que cuentan sólo con participación femenina en su lucha contra el poder fálico es un dato también comprobable con facilidad en Internet. La apuesta por el lesbianismo como opción preferente para la militante feminista es, sin duda, una postura extrema, pero igualmente existente de modo constatable (según mis datos, no de un modo claro en Lidia Falcón, pero sí en Eleine Hutton, que lo considera un arma para demoler sistemáticamente el poder del hombre sobre la mujer, y en Charlotte Bunch, por citar sólo algunos ejemplos).

No comprendo tampoco qué daño hacen los autores del manual al clasificar el movimiento feminista en radical, socialista y liberal-reformista. Puede ser una clasificación discutible, como todas, pero así la asumen muchos grupos y autores que se definen feministas.

Más adelante, el artículo advierte de que la editorial en cuestión ya suscitó polémica el curso pasado por ofrecer en un manual de Biología (?) una definición de violencia de género que coincide casi textualmente con la que aparece en Wikipedia apoyada en textos de la ONU, Human Right Watch, entre otros.

Lo verdaderamente deformante y antieducativo es atiborrar la cabeza de nuestros estudiantes con afirmaciones tópicas e infundadas, con eslóganes ideológicos de los que está ausente el más mínimo sentido crítico. Enseñemos ciencia acostumbrándoles a fundamentar sus aseveraciones y animándolos a buscar la verdad por encima de lo que dicte la autoridad y mucho más de lo que coseche el fácil aplauso de los mediocres.

En resumen, y para no cansar, me apena leer una noticia en la que los titulares deforman y el artículo, correcto en sí mismo, trata una denuncia sobre la mayor o menor corrección política de unas determinadas afirmaciones de un texto escolar, sin preguntarse seriamente por algo, al menos para mí, mucho más importante. Además de políticamente incorrectas, las afirmaciones del texto ¿son verdaderas o falsas?

La corrección política amenaza con convertirse en la ley mordaza social con la que se castiga cualquier pensamiento discrepante. Perpetuar esto a través de la educación es el verdadero peligro, no que un texto escolar (que, por otra parte, se abstiene de comentarios laudatorios o denigrantes hacia el feminismo) no satisfaga determinados entusiasmos doctrinarios.

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