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contra el desierto Verde

22 de Septiembre del 2016 - javier arjona (Siero)

El 21 de setiembre, Día Internacional de Lucha contra los Monocultivos de Árboles, organizaciones, redes y movimientos celebran la resistencia y alzan sus voces para exigir que se detenga la expansión de las plantaciones industriales de árboles. Dichas plantaciones amenazan la soberanía de comunidades y pueblos. El Día fue declarado en 2004, durante un encuentro de una red comunitaria que lucha contra las plantaciones industriales de árboles en Brasil; se eligió el 21 de setiembre porque en esa fecha Brasil celebra el Día del Árbol.

Año a año, organizaciones y movimientos sociales, realizan diversas acciones durante el mes de setiembre para dar visibilidad a sus luchas y denunciar los impactos negativos que generan las plantaciones de árboles sobre sus medios de vida y los territorios. Pero sobre todo, el 21 de setiembre, es una fecha para celebrar la resistencia y la solidaridad y para decir ¡basta ya de monocultivos de árboles!

Los monocultivos son invasivos y destructores, agotan los recursos y perjudican a las especies autóctonas, así como a las poblaciones locales. Hablamos, por lo general, de las plantaciones masivas de eucalipto, pino, caucho, acacia y palma aceitera, con intereses industriales. En muchas ocasiones, destruyen hábitats vírgenes y perjudican a los pueblos de la zona que viven del terreno, en armonía con la naturaleza y respetando al máximo el medio ambiente. Una paz que se ve arrasada por los monocultivos.

Las plantaciones de árboles a gran escala provocan graves impactos ambientales, sociales y en las economías locales. Impactos como la escasez de agua, dada la alteración de los ciclos hidrológicos y el deterioro de ríos y quebradas; contaminación del aire debido al uso de agroquímicos; el desplazamiento de comunidades enteras debido a la ocupación del territorio; violaciones a los Derechos Humanos, laborales y ambientales; impactos en las mujeres, así como el grave deterioro de la diversidad cultural, la violencia generalizada, la contaminación por pesticidas y la grave pérdida de diversidad biológica, han sido ampliamente documentados alrededor del mundo.

En Argentina, gran parte de la selva de la provincia de Misiones ha sido sustituida por enormes monocultivos de pinos exóticos, en tanto que las plantaciones de eucalipto para celulosa avanzan en otras provincias como Corrientes y Entre Ríos.

En Brasil, grandes empresas plantadoras vinculadas a la industria de la celulosa están concentrando amplias áreas de tierra fértil en sus manos, constituyéndose en uno de los mayores obstáculos para la realización de la reforma agraria. Al mismo tiempo, los monocultivos de eucalipto están afectando la seguridad alimentaria de las poblaciones locales y volviendo imposibles las actividades tradicionales de las comunidades indígenas, afrobrasileñas y campesinas.

En Chile, la expansión de las plantaciones forestales se ha hecho a expensas de los territorios tradicionales del pueblo Mapuche y de la violación sistemática de sus derechos. Dicha expansión está además asociada a graves procesos de degradación ambiental, pérdida de biodiversidad, reducción y contaminación con agrotóxicos de las fuentes de agua superficiales y subterráneas, y la pauperización de la población local.

En Colombia, las plantaciones de palma aceitera han dado lugar a graves violaciones de los derechos humanos, incluyendo muertes, torturas, desapariciones y migración forzada de las comunidades locales, en tanto que situaciones similares han acompañado la instalación de plantaciones de pinos y eucaliptos.

En Costa Rica el gobierno incrementó el monto del subsidio para las plantaciones de monocultivos pasando de $500 a $800/ hectárea establecida. Asimismo, se aumentó el área total a subsidiar de 4000 a 7000 hectáreas por año. Todo esto a pesar de que los monocultivos de árboles para producir madera no han rendido lo esperado y se ha demostrado que 20 años de políticas de subsidios a las plantaciones de árboles han sido un fracaso.

En Ecuador, las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas están siendo afectadas por el avance de monocultivos de pinos, eucaliptos y palma aceitera, que destruyen las bases de sustentación de las poblaciones locales y expulsan a la población rural.

En Nicaragua se ha dado un importante paso en sentido inverso, cuando el Director del Instituto Forestal declaró que "No se derribarán más bosques para sembrar palma africana", agregando que "No estamos permitiendo la siembra de monocultivos porque destruye la biodiversidad del ecosistema".

En Paraguay un proyecto de ley estaría abriendo las puertas al monocultivo de árboles a través de una política de promoción basada en subsidios y otros apoyos estatales a la forestación. Genera una preocupación adicional el hecho de que en el proyecto en estudio se prevé una activa participación del sector maderero en la propia implementación de la ley.

En Perú, el gobierno ha aprobado el marco legal para la expansión de los monocultivos de árboles, en base a las mismas promesas de empleo y desarrollo que ya se han demostrado falsas en todos los países de la región.

En Uruguay, los monocultivos de eucaliptos y pinos han generado graves impactos sobre el principal ecosistema del país (la pradera) y han dado lugar a un agudo proceso de concentración y extranjerización de la tierra por parte de grandes empresas, que han desplazado a los tradicionales productores de alimentos. Además, han significado un uso masivo de agrotóxicos en toda la cadena productiva desde los viveros hasta la aplicación de herbicidas para matar los rebrotes.

En todos los países donde se han implantado estos monocultivos, las consecuencias han sido las mismas: mayor riqueza y poder para unas pocas empresas nacionales y extranjeras y mayor pobreza para las comunidades locales. Como contrapartida, la oposición a este modelo social y ambientalmente nefasto está creciendo a nivel local, nacional y regional.

Resulta que el 21 de setiembre es también el Día Internacional de la Paz.

Esto es justamente lo que se quiere y busca con estas luchas: paz para que las comunidades afectadas puedan recuperar su forma de vida en armonía con la Naturaleza y con otras personas. Este próximo 21 de setiembre celebraremos, además, la resistencia fecunda que desde muchas comunidades se impulsa día a día, por un mundo con justicia y sin estas destructivas plantaciones. Las plantaciones industriales de árboles no son bosques sino desiertos verdes.

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