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Alzhéimer, esa cruel enfermedad

30 de Septiembre del 2016 - José Antonio Gutiérrez González (Piedras Blancas)

Ciertamente, cualquier enfermedad es mala. Toda patología te priva de la armonía corporal, resquebraja la moral y debilita el cuerpo y el alma. Personalmente considero que una de las más terribles es la enfermedad de alzhéimer, porque daña lo esencial de la persona que la padece: la memoria.

Y es tan devastadora que, prácticamente, desde los inicios deja al paciente totalmente indefenso y al amparo absoluto de los cuidadores.

Matilde, es una mujer de cualquier ciudad, pueblo o aldea de Asturias. A los pocos años ya tenía que ayudar en las labores del campo y de la casa. Gran parte de su juventud la pasó criando hijos, trabajando de sol a sol y esperando a su marido, que bien en la emigración o en las obras echaba la mayor parte de las horas fuera de casa.

Un día el segundo hijo de Matilde se preguntó qué le pasaba a su madre, no hacía más que repetir las mismas preguntas. A su madre le gustaba pasear por el entorno de la casa y caminar hasta una arboleda que ella y su esposo habían plantado hacía muchos años. Un día se perdió. Se quedó mirando una mariposa y ya no recordó el camino de vuelta. Todo el pueblo la buscó y la encontraron desorientada y agotada por haber caminado horas y horas.

Hoy, ya no conoce a sus hijos y confunde a los unos con los otros. La enfermedad del olvido dejó vacío su hipocampo, el disco duro de los conocimientos y los sentimientos. El edificio de su memoria se derrumbó. Mira al vacío cuando alguien le hace un gesto cariñoso. Ni siquiera recuerda a los que la quieren. Como Matilde hay otras muchas personas en Asturias y muchísimas otras que están pendientes de ellas se ven arrastradas a una existencia de desolación, desánimo y desesperación: el síndrome del cuidador quemado.

Lamentablemente, la paciencia no se compra y el Estado social está en fase de liquidación. Cuidar un enfermo de alzhéimer cuesta 30.000 euros al año. Debería ser una cuestión de Estado, pero con la crisis económica y las recortes los Gobiernos se esconden en un desangelado olvido.

Por eso, señores que manejan el dinero público, aprovechando la celebración del "Día Mundial de la Enfermedad de Alzhéimer", deberían pensar en estos mayores que han dejado de tener voz y voto, porque han perdido la capacidad de discernir, de recordar, de querer, de pedir, de protestar, de... No deben hacer oídos sordos a esta petición de toda la ciudadanía, ni malgastar el dinero en naderías y minucias.

Los datos abren una puerta a la esperanza, pero, por el momento, la enfermedad de alzhéimer continúa destrozando la vida de quienes la sufren como enfermos o como convivientes o amigos, a la vez que sigue siendo uno de los grandes retos de la medicina y al propio tiempo de toda la sociedad.

Se precisa pues una mayor inversión en pensiones y asistencia social. Porque la fría historia de la longevidad no ha hecho más que empezar.

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