Un deseo ante la llegada del nuevo arzobispo
Permítaseme formular un deseo, ante la venida para presidir la iglesia de Asturias, de don Jesús Sanz Montes.
Dejemos atrás el histrionismo de aquellos que hacen de su vida un teatro porque tienen una necesidad imperiosa, intensa, compulsiva y acentuada de llamar la atención, de ser siempre el actor principal y único y el foco de atención permanente en constante e ininterrumpida teatralidad en atuendo, gestos, lenguaje, etcétera. Basta de divos y estrellas siempre con fiebre de candilejas.
Ojalá don Jesús –en la medida en que pueda– traiga a nuestras tierras de Asturias el estilo y el talante franciscanos: suavidad y ternura, humor y cortesía, encanto y coraje, delicadeza y decisión, respeto y alegría, amor, paciencia y benevolencia, autenticidad sin tristezas y fe sin amargura.
Venga don Jesús en paz y con bien, y ayúdenos en nuestros andares humanocristianos a intentar ser «personas buenas» a la manera y modo de San Francisco, en expresión del historiador inglés Toynbee, «el hombre más grande que ha nacido en Europa». El estilo de San Francisco no pertenece al pasado ni a lugares determinados. Lo que él vivió, intuyó y dejó sigue y seguirá siendo don y llamada, invitación y propuesta, aventura y hoguera luminosa abierta a jóvenes y adultos, a hombres corrientes y a complicados, porque su tesoro fue el Evangelio vivido con sencillez, a la letra, sin glosa, sin reducirlo, acallarlo o falsearlo.
Sería muy bueno –y hasta muy bonito– que el espíritu y talante, su forma de vivir y el modo de ser de San Francisco nos vacunase a todos, y muy especialmente algunos, de ese trastorno de la personalidad que definen los expertos como «histrionismo», esto es, de ese creerse los mejores, los únicos, los perfectos, los especiales. ¡Fuera el don Narciso enamorado de sí mismo y todos los «narcisismos» que pululan como setas en otoño. Y sea usted, don Jesús, bienvenido.
Benigno García de Valdepares
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