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Ya no quedan jabalíes

23 de Septiembre del 2016 - Luis Felipe González García (La Fresneda)

Me cuentan algunos amigos cazadores que cada vez ven menos jabalíes en el monte. Y yo les creo, pues actualmente están todos en La Fresneda. Raro es el vecino de la urbanización que no ha visto o se ha topado con alguna de estas bestias, con el susto correspondiente. Raro es el vecino que aún se atreve a pasear su perro por alguno de los parques tras haber sufrido el acoso de estos animales. Y raro es, también, el conductor que no ha tenido que frenar de forma súbita ante la irrupción en las calles de la urbanización de alguno de estos bichos (suidos, dicen los puristas que no viven en La Fresneda).

Aún no ha habido desgracias que lamentar, pero no falta mucho para ello. Hace dos días mi hija sufrió un ataque de una de estas fieras cuando paseaba con su perro por el parque. Resultado: una persona corriendo perseguida por el animal, solicitando socorro a gritos y la posterior y lógica crisis de ansiedad. Volvió a nacer, comentó algún vecino al contemplar la escena, a la vez que aseguraba que así todos los días. Claro que esto no importa a casi nadie, pues se trata de una persona. El pobre perro -y espero que esto sí removerá conciencias relativistas- sufrió dos embestidas y dos fuertes golpes, salvando la vida de milagro. ¡No se puede consentir que se haga daño así a un animal!

Las quejas y las denuncias se acumulan en los cajones de las mesas de la Administración correspondiente y, la verdad, no podemos decir que no hayan hecho efecto. En una muestra más de falta de valores y desprecio al ciudadano y como insulto a la inteligencia de cualquier persona normal, la Administración correspondiente ha vallado la isleta de una de las rotondas para evitar que los animalitos estropeen las plantas. Entiendo que esto es un medio de defensa pasivo; en el caso de los vecinos, la defensa ha de ser activa: correr y correr más que el bicho, claro.

Esta mañana, a las 07.30 horas, aún de noche, mientras nuestros hijos y nietos esperaban el autobús escolar en la parada oficial de los transportes de La Fresneda, una manada o piara o lo que sea de estas simpáticas criaturas (de los animales hablo) cruzó la rotonda ante sus narices, permaneciendo en la isleta central, a menos de 10 metros de los niños, durante un buen rato. Rato que aprovecharon varios conductores para frenar ruidosamente y no matarse (también de milagro) cuando alguno de los animales decidía cruzar la calle fuera de los pasos de cebra.

Esta situación no puede ir más allá. No corresponde a los vecinos dar soluciones a la Administración, sino exigírselas. No caben el peloteo de competencias ni el ponerse de perfil echando las culpas a otras administraciones. El administrado exige soluciones antes de lamentar desgracias. No caben el buenismo ni el animalismo. Estos animales no pueden estar en las ciudades y el ciudadano que paga sus impuestos está legitimado para exigir seguridad para sus hijos. Y una Administración que sanciona el incumplimiento de normas absurdas para proteger a los niños de presuntos peligros (muchas veces exagerados o inventados) y luego los deja expuestos a ataques de animales salvajes en plena ciudad es una Administración enferma, que hace dejación de sus funciones y que ha perdido su razón de ser. Y lo que no tiene razón de ser está abocado irremisiblemente a la desaparición.

Situaciones como las que están ocurriendo en La Fresneda nos llevan a la constatación de que tal vez estemos acercándonos peligrosamente a ese momento y a sus consecuencias.

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