La implacable espada de Damocles
Y un día apareció Pedro, esgrimiendo la disparatada idea de que el mundo se podía cambiar. Así fue que, con el fin de dar una apariencia de renovación, el zagal recibe el plácet de los patricios para poder intentarlo. Eso sí, dicha licencia tendría oculta una macabra contrapartida: de manera continua y sujeta por una única crin de caballo, pendería una pesada y afilada espada sobre la cabeza de tan osado emprendedor.
Mas resultó que el zagal iba en serio. Hasta el punto de querer acabar con una forma oligárquica de vida, la cual permanecía enquistada en el reino de manera ininterrumpida desde hacía cuatro décadas.
Ante tal tesitura, y temerosos por las nefastas consecuencias de tanta osadía, muchos son los que voluntariamente se movilizan con el fin de raer tan fino, a la vez que resistente, cabello equino. Acuden de lugares tan dispares del territorio como Castilla- La Mancha, Asturias, Extremadura, Aragón, Andalucía e, incluso, desde la cubierta superior de un yate de lujo. Todo en aras de que el afilado sable se precipite lo más pronto posible sobre la testa de tamaño insolente.
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