Mister no y no
Lo que tiene que preguntarse «Míster no» es: ¿Qué parte del no, no entienden los españoles? Si se mira en detalle la expresión, ninguna, y se lo demostraron bajándole escaños en el Parlamento. Porque el «no», no tiene partes, sino que constituye un todo inseparable de la dureza de una mente, encerrada en sí misma, y navegando fuera de la realidad. Las necesidades de la sociedad son abiertas y no pueden encerrarse en un «no», que conduce a la perdida de toda comprensión.
Pero no se trata sólo del momento actual, ese «no» tiene detrás una inexorable historia. Todavía se recuerda bien, que cuando nombrado secretario del PSOE, andaban por Europa eligiendo los puestos para regir la Comunidad Europea, y los partidos habían llegado a un acuerdo para distribuirse los cargos. Los populares y los socialistas se habían adjudicado cada uno su esfera de poder, y llegó «Míster no», e hizo votar a los suyos contra lo acordado por el partido socialista europeo. ¿Qué oposición tenía que hacer al partido socialista europeo para votar que «no» al acuerdo? No tenía ninguna justificación aquella negativa, sólo demostrar quién era «Míster no». No estaba de acuerdo ni con los suyos.
¿En qué momento ha llegado a comprender a los demás? Habla mucho de que es capaz de hablar con todos, pero ¿con quienes se ha entendido? Para llegar a sus opacos objetivos, entregó Ayuntamientos y Autonomías a oscuros movimientos populistas, que caminan cuesta abajo a la destrucción de la convivencia ciudadana y a la ruina de su partido, como anuncian las encuestas. ¿No es capaz de reflexionar ni ante la realidad que le hunde? No es, porque no le hayan dicho las mentes experimentadas de su partido y periódicos de izquierdas, pero, por lo visto, no existe nada más que su soberbia, y la necesidad de mantener un puesto.
¿Qué gloría quiso conseguir presentándose para la presidencia del Gobierno en enero? Sabía que no tenía votos suficientes, y que no los iba a conseguir, o estaba ciego, pues los cálculos eran evidentes. En esas circunstancias se ofreció al rey para formar Gobierno, lo que era lanzarse a una piscina que no tenía agua, y salió descalabrado, aunque se quiera justificar diciendo que fue para salvar la situación. Esto nos hizo caminar a unas nuevas elecciones, que le dijeron que se había equivocado, perdiendo escaños, y no se ha convencido de que está situado fuera de juego. Pero ya puede estar España sufriendo por causa de esta inconsciencia, que él se pegó unas vacaciones el mes de agosto, sin considerar la necesidad que había que dar una solución al tema del Gobierno.
Y cuando llega de vacaciones, y como por su causa no se había solucionado el problema, se lanza a un diálogo de sordos, llamando al partido que tiene que dar la solución, si él no lo obstruye, para decirle que «no cuente con su él» para dar solución a este embrollo. Y con mayor inconsciencia que la vez anterior, se vuelve a precipitar a pescar en río revuelto, probablemente para descalabrarse de nuevo, pues no tiene otro pensamiento, que construir un Gobierno, como bien lo califica Pérez Rubalcaba, de Frankestein y propugnan los socialistas de la costa del mediterráneo, esto es, un Gobierno del terror. Si piensa que con ese Gobierno va a salvar su secretaria general en el partido, a lo mejor lo logra, pero ¿cuál será el destino del España?
Con esto quiero decir, que como dice Dante, en la Divina Comedia, a la entrada del infierno, «perded toda esperanza», lo mismo hay que entender con «Miste no». La solución es muy clara y sencilla, que se ceda para formar Gobierno, y que el partido socialista vaya a la oposición, como le han aconsejado todas las mentes cuerdas de su partido, y donde podría condicionar en gran medida el Gobierno que se forme, porque al partir éste con tan limitada mayoría, siempre estará a disposición de una oposición responsable.
¿Pero hay alguna posibilidad de que evitemos unas terceras elecciones? Nadie lo ve claro, si los barones del PSOE, que ven la solución, no se imponen. Por la dinámica de la estructura del partido, seguiremos la misma marcha. Seguirá para todos siendo «Míster no», y como dice Horacio «si fractus illabitur orbis, impavidum ferent ruinae» (si cayera hecho pedazos el mundo, le sobrevendrían impávido las ruinas), y seguiría repitiendo «no y no».
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