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El paro de los jóvenes en Asturias

29 de Noviembre del 2009 - J. Jesús J. Suárez González (Gijón)

Los periódicos y, en general, los informativos, se están convirtiendo en relatos de Edgar Allan Poe, donde los sustos y el terror acechan en cada línea, en cada frase, en cada imagen. Cualquier individuo sensato tiene que estar muy preocupado estos días con asuntos como el Estatuto de Cataluña, por ejemplo, pero, a veces lo que mas miedo produce lo tenemos en la calle, junto a nuestra casa, en vivo y en directo, delante de nuestras propias narices. Para los vecinos de La Calzada, acostumbrados a ver como paulatinamente se ha ido desmantelando todo el tejido industrial de la zona, el anuncio de los despidos en el astillero Juliana no es un drama mas, es la gota que colma el vaso. Porque, Gijón y Asturias ya soportan unas cifras de paro escalofriantes, no tanto en porcentaje, (Andalucía y Canarias, por ejemplo, lo superan) como en capacidad de creación de empleo que, en esta región, ya es casi nula. Mientras miles de jóvenes tienen que emigrar o vivir a costa de sus padres, incluso superada la edad de treinta años), los políticos, los que nos gobiernan y los que esperan hacerlo, no están a la altura de las circunstancias. En el Principado se acaban de aprobar unos presupuestos expansivos, no para la creación de nuevas empresas, sino para las subvenciones y los gastos corrientes que no se han sabido racionalizar. Se recurre al endeudamiento para crear voto cautivo, como con los subsidios por la dependencia, cuando los centros de día, que nos han costado muchos euros, están vacíos. Pocos se atreven a plantear que la reforma de la sanidad, pozo sin fondo de las arcas públicas, es imperativa para equilibrar los gastos y para el mantenimiento futuro de este imprescindible servicio público. Los gastos farmacéuticos, que crecen sin cesar, no deben ser gratuitos en función de si uno está jubilado o no, sino usando como baremo el nivel de renta, siempre con la excepción que requieren los tratamientos de las enfermedades crónicas que, en las personas de mas edad, lógicamente, tienen mayor incidencia y siempre habría que pagar algo por los medicamentos, aunque fuera una cantidad simbólica. Pero el partidismo y el electoralismo son ataduras demasiado fuertes para que los partidos políticos se planteen acometer las reformas necesarias. La pseudoizquierda que nos gobierna ha recurrido al lastre de la deuda para seguir con las alegrías. Pero la oposición tampoco ofrece alternativas. Unos y otros lo pueden pasar muy mal si, en un futuro próximo, irrumpe en el escenario político otra fuerza con las ideas mas claras. Lo que llaman inversión productiva, en estos presupuestos virtuales (no se tiene muy claro de donde va a salir el dinero), no lo es tanto. No se trata de favorecer la creación de nuevas empresas, incluso con participación pública, ni el fomento del olvidado cooperativismo, son planes (primero fue el E de Zapatero y ahora el A de Areces) que solo sirven para enmascarar el fracaso de unas políticas sobrepasadas por los acontecimientos. Se ha renunciado a la creación de empleo en unos momentos donde España ya tiene 4.400.000 parados. Cuando los jóvenes son los que mas están sufriendo en sus carnes el embate de la crisis, la CEOE y los sindicatos instalados en el pesebre ya están preparando el abaratamiento del despido, enmascarado tras el eufemismo de reforma laboral. Dicen que estas cosas son necesarias para reactivar la economía, claro, la suya. No se debería subestimar la capacidad reivindicativa e incluso revolucionaria de los jóvenes, a pesar de los esfuerzos que se vienen haciendo (drogas, botellón, telebasura, propaganda, etc) para adormecerla, el día menos pensado puede estallar.

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