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Don Antonio, cura que fue de Priorio-Las Caldas

3 de Octubre del 2016 - Ángel de la Fuente Martínez

Estimado don Antonio:

Cuando tuve conocimiento de su fallecimiento, decidí componer este texto. No tengo recuerdo de su ministerio en Priorio porque a los pocos días de administrarme el sacramento del bautismo dejó nuestra parroquia, pero sí supe cuando me fui haciendo mayor de la consideración que le profesaba San Juan de Priorio.

El 16 de enero de 2013, con la finalidad de hacer un reportaje para la revista "Ecos de Ribera de Abajo" número 2, pude conocer su labor a lo largo de los cincuenta y dos años de sacerdocio, gracias a la entrevista que me concedió en la Casa Sacerdotal. Todas las Navidades nos felicitábamos y este año me respondió con una llamada telefónica porque le costaba trabajo escribir. Quedé en visitarle, pero no llegué a hacerlo. Espero que me haya perdonado.

Antetítulo: In memoriam

Destacado: Enseguida comenzó a trabar amistad con sus feligreses y a mostrarse cercano, humano, sintiéndose un vecino más

Allerano de nacimiento, entró en Valdediós en el año 1938, una época difícil en la que supo lo que era pasar frío e incluso hambre. Once años después fue ordenado sacerdote por el obispo don Benjamín Arriba y Castro, en San Lorenzo de Gijón. La influencia de este obispo, preocupado por la Doctrina Social de la Iglesia, según me comentó, no se dejó esperar y en Priorio así lo hizo entre 1958 y 1962. Fueron cuatro años en esta parroquia a la vera del Nalón, en la que dejó una profunda huella.

Vestía sotana y vivía en la rectoral, como solía ser habitual en aquellos años. Enseguida comenzó a trabar amistad con sus feligreses y a mostrarse cercano, humano, sintiéndose un vecino más; de hecho, siempre le gustó conversar fuera de la iglesia, en las calles e incluso en los bares de Las Caldas, porque entendía que su trabajo tenía que estar cerca de aquellos hombres y mujeres con los que convivía. La Doctrina Social de la Iglesia la puso en práctica organizando conferencias en el Café Español y eso le trajo algún problema con el alcalde de barrio, porque no dudó en tildarle de comunista, hecho del que se enteró, cuando visitó su pueblo de nacimiento, por el párroco, dado que en el Arzobispado no tuvo trascendencia aquella denuncia, pero no quedaría ahí el encontronazo; volvió a ser centro de la inquina de aquel veedor al denunciarle por segunda vez, porque no delataba ante la Guardia Civil a quienes trabajaban en domingo. Tampoco tuvo aquella artimaña ninguna consecuencia. Fueron hechos que forman parte de nuestra historia, que hay que conocer en su justa medida. Envió a mi suegro a los cursillos organizados por la HOAC porque, tras el rezo del santo rosario, en un velatorio en Casielles, descubrió a un hombre con inquietudes en este campo; fundó una biblioteca en los bajos de la casa rectoral y formó una pequeña compañía de teatro que representó, entre otras obras, "El médico a palos" y "La muralla", en el desaparecido cine de Las Caldas y en las parroquias de San Claudio, Trubia y Soto de Ribera. Fue constante su preocupación por la cultura, pero tras su marcha a tierras argentinas y luego su incorporación a las parroquias de La Maruca, San Pablo en Oviedo y finalmente San Jorge de Heres, aquel trabajo quedó en el recuerdo de los parroquianos.

El desempeño de su ministerio sacerdotal en Priorio puede decirse que se refleja en la parábola del sembrador y concretamente en tres de las situaciones allí descritas. La semilla que las zarzas y espigas ahogan, la que cae en un pedregal que brota, pero se agosta porque no tiene raíz, y la que al ser depositada a la vera del camino las aves del cielo la comieron. Hace tres años y medio me decía en el desarrollo de aquella entrevista que le gustaba sembrar para que otros continuasen la labor emprendida, pero, por desgracia, no sucedió como esperaba. Aquellos proyectos se vinieron abajo con su traslado y reflejan a la perfección la idiosincrasia de San Juan de Priorio; sin embargo, el haber intentado dinamizar la parroquia tiene mucho mérito y por eso hay que reconocerlo públicamente; de hecho, su popularidad fue una realidad y los que hoy peinamos canas si conocemos al hombre y al sacerdote fue gracias a los testimonios de sus feligreses, que siempre hablaban de usted con cariño, por eso su trabajo dio fruto, otra cosa es que no se haya sabido abonar y podar para que fructificara al ciento, sesenta o al treinta por uno como dice la parábola.

Personalmente, estoy muy agradecido por su consideración y estima; sé que leía todo lo que publicaba en LA NUEVA ESPAÑA y siempre tuvo palabras de reconocimiento que me transmitía personalmente, así como en el desarrollo de conversaciones en las que no estaba presente. Disfrutó de una vida larga entre nosotros y ahora estoy seguro de que lo hará de la inmensidad de la otra vida, porque fue un hombre bueno y aquellos defectos que pudiera tener como ser humano estoy seguro serán excusados y no le privarán de participar del Reino en el que creyó y que dio a conocer a sus feligreses predicando con el ejemplo.

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