Pola, defensor de los derechos de los trabajadores
Eduardo Fernández-Pola Conde, conocido como Pola, ha muerto. Su esquela, en este mismo diario, formó parte de las que de fallecidos dan noticia. Pero Pola se merece algo más que una esquela. Posiblemente, y sólo si este escrito ve la luz, será esta la única vez que se publique en LA NUEVA ESPAÑA –su periódico de cabecera– una semblanza de quien, además de amigo, fue todo un personaje en Oviedo. Es necesario remontarse a la década de los sesenta para hablar de la posiblemente faceta más social de Pola. En tiempos difíciles para la democracia inexistente, el término que acuñó el recientemente fallecido filósofo Gustavo Bueno arboló la bandera del sindicato más radical de la época, que defendía con uñas y dientes los derechos de los trabajadores desde el partido comunista clandestino, en un tiempo reitero que difícil y complicado. En reuniones también clandestinas panfleteó hasta la saciedad la necesidad que tenían los obreros de defender sus derechos. Aunque no haya sido reconocido ahora –tras su fallecimiento– él puede ser considerado uno de los líderes históricos del Partido Comunista en Asturias más relevantes. Por lo que en aquel entonces el famoso jefe de Policía Claudio Ramos, valedor de la dictadura, lo detuvo en varias ocasiones. Y así lo atestiguaron quienes acudieron/acudimos a su funeral. Es justo que esta circunstancia se reconozca públicamente ahora que ya no está y cuando esas historias nos parecen avatares del pasado. Pero no debemos olvidar que el presente social que hoy tenemos –por malo que nos parezca, que no es comparable a la dictadura– tiene sus pilares en el pasado forjado por unos hombres que se enfrentaron al régimen dictatorial por todos hoy reconocido como tal. Y uno de esos hombres fue Pola, reconocerlo públicamente creo que es deber, no sólo por sus amigos, sino por quienes se/nos beneficiamos de esos logros sociales que se fueron alcanzando. Descanse en paz.
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