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Argumentos sobre el puente de Ribadesella

30 de Septiembre del 2016 - Juan Ureta (Ribadesella)

¿Por qué queremos nuestro viejo puente ajardinado, peatonal y con pasillo techado a semejanza del "the Garden Bridge" de Londres y sobre el Támesis, cuya fotografía ya hicimos pública?

Bien, pues porque puede llegar a ser el reclamo publicitario jamás soñado y la seña de identidad más peculiar. Sí, todo un distintivo de resonancia turística sin parangón en el resto de Europa. Pero, es más, se convertiría no sólo en un lugar de tránsito, sino en obligada cita y punto de esparcimiento para amantes de la fotografía y la naturaleza.

A propósito: ¿sabían ustedes que al "the Garden Bridge" de Londres y sobre el Támesis se le acondicionan diminutos miradores simulando la proa del "Titanic" para que los turistas enamorados se explayen sacando fotos como si estuvieran sobre un "Titanic" hundiéndose? ¿Y no les gustaría a nuestros visitantes emular aquel evento (que protagonizaron en película Leonardo DiCaprio y Kate Winslet), pero en nuestro puente sobre el Sella? ¿Acaso nosotros no recordamos al bergantín "Habana" con el podio de los piragüistas?

Efectivamente, nuestro puente ajardinado podría llegar a ser un nuevo e incomparable escenario para ofrecer a los turistas, tal como ahora enseñamos Guía, La Grúa, La Moría o los campos de Oba. Sobre todo, porque este escenario del puente ajardinado -¿el único jardín de toda la villa, después de que increíblemente se cercenase, sin justificación alguna, el exquisito trabajo de jardinería del paseo Vencedores del Sella?- les quedaría mucho más al alcance de la mano y en el centro del casco urbano. Sí, todo un vestíbulo y espectacular distribuidor. O ¿no confluyen en ese puente -incluso por pura necesidad- todos aquellos que, desde el casco urbano viejo, quieren visitar la playa, Tito Bustillo, el polideportivo, el Instituto, los puertos deportivos, y vecinos como los de Tocote, El Picu, playa, bajo Somos, los Porqueros, Astursella… y no menos de 25 pueblos y toda la colonia de veraneantes?

Pero es que, por si fuera poco todo lo dicho, podría llegar a ser un oasis para las madres con niños, para el seguro transitar de los minusválidos, para los ancianos y abuelos con nietos deambulando por una especie de parque temático. ¿No es mejor eso que una repugnante y peligrosa cadena de coches al lado de esos peatones?

¿Alguna que otra peculiaridad única? Sí, que podría dejar de ser un trago amargo y repulsivo con el agravante de su peligrosidad y convertirse en un espacio para embelesarse. O ¿es malo que te apetezca estar en el puente recreándote en vez de escapar de él maldiciéndolo? O ¿no es verdad que ese maldito puente te agobia, moja, ensucia y te pone en peligro un día sí y otro también? ¿Y no es verdad que a la vez también se convierte en ingrata barrera psicológica que te aísla, distancia y separa de tu propio pueblo partiéndolo en dos mitades? ¿A quién beneficia su estado actual, quizás a quienes guardan silencio cuando debieran hablar?

Por el contrario: ¿habrá alguien al que le incomode que nuestro viejo puente se convierta en un gran salón tan divinamente acogedor?

Pero eso sí, sabiendo, además de antemano, que el viejo puente está hecho y nos sale regalado, y los complementos decorativos se podrían ir ajustando a las posibilidades económicas y aceptando incluso la vegetación aportada voluntariamente por la ciudadanía. No, el otro nuevo puente para vehículos, por encima de la isla de la Boticaria y con circunvalación, lo habría de ejecutar Obras Públicas, que para eso está ahí y no para que le ofrezcan en bandeja de plata la posibilidad de hacer la chapuza de arrancar una acera para ensanchar la otra, aunque manteniendo el fragor de los coches y sus caravanas. ¡Cómo no comprenderán nuestros ediles que eso es darle a Obras Públicas la oportunidad de que, con una obra ridícula, se despida de Ribadesella por los siglos de los siglos! Y entonces, cuando al viejo puente lo conviertan en una piltrafa e insoportable para tráfico y ciudadanos, a ver a quién pedimos responsabilidades.

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