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¿No hemos aprendido nada de la Historia?

16 de Octubre del 2016 - Jaime Díaz Espina (Gijón)

Ya en los años 30, ante la búsqueda de acuerdo entre los países de la vieja Europa, Inglaterra se mostró recelosa de intervenir en los asuntos de política exterior referentes a los pactos de Locarno, excepto en un mero arbitraje en los posibles conflictos territoriales que surgiesen entre la emergente Alemania y los países limítrofes. Francia, muy segura de su política de pactos, alardeaba del control impuesto a Alemania en la Sociedad de Naciones Unidas a través de compensaciones de guerra, a la vez que mostraba cierto temor por la creciente economía germana. Inglaterra y Estados Unidos mantenían su política aislacionista, Francia reformaba su política de alianzas, mientras Japón estaba más pendiente de la falta de gobierno en China y el intento de crear un país satélite en Manchuria para evitar que las revoluciones chinas se volviesen contra el país nipón, haciendo que toda su atención se centrase en Asia, dejando de lado Europa. Todos estos fueron, sin duda, los preámbulos de la II Guerra Mundial.

En la actualidad, las cosas no son muy diferentes. Estados Unidos se encuentra ante una situación sin precedentes en política interna: el nacimiento del movimiento político nacional protestante blanco republicano, ante la falta de cerebros de las últimas décadas en el Partido Republicano. En el bando opuesto, una senadora demócrata que ha participado en la actual administración Obama, la cual, según las encuestas, no ha contentado a la población angloamericana. Mientras el movimiento nacional coge fuerza entre los hombres blancos de edades entre los 30-40 y la clase media blanca, la senadora nutre sus filas con el voto latino, asiático y afroamericano. Inglaterra, ferviente defensora de su política aislacionista, a través de la Cámara de los Comunes y con el refrendo del Pueblo, ha decidido abandonar la Unión de los Países Europeos. Vuelve a desentenderse de la política de Europa.

En Francia, frente a los continuos fracasos de las políticas de austeridad propuestas por el Gobierno galo de Hollande, ha surgido con una fuerza estremecedora como es el lepenismo, que afronta unas elecciones en 2017 en las cuales puede alcanzar una victoria política sin precedentes. Alemania, siendo el fantasma de las navidades pasadas que aterrorizaba al mundo contemporáneo en la Gran Guerra, en la actualidad se postula como un país profundamente europeísta que cree en un proyecto común europeo, en una Europa dividida y muy ideologizada.

Además, en Meclenburg y Pomerania Occidental, Baden-Wüttemberg y Sajonia-Anhältse, tres estados alemanes, se ha establecido en las elecciones de 2016 con mucha fuerza el partido de Alternativa por Alemania, que aspira a conseguir un 18% de los votos, según las encuestas, en las elecciones generales del año que viene. Un partido de extrema derecha antiinmigratorio y antieuropeísta.

Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania no pueden dedicar toda la atención que merece la política exterior europea, dado que sus políticas interiores hacen aguas. Mientras tanto, el presidente ruso, Vladimir Putin, ordena a dos bombarderos Tu-160 BlackJack que se dediquen a hacer vuelos de reconocimiento hasta los límites del espacio aéreo internacional europeo, como hacía la URSS hasta 1989, en plena Guerra Fría.

¿Es que no hemos aprendido nada de la Historia?

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