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Las caricias desde el respeto

5 de Octubre del 2016 - Rafael Gutiérrez Amaro (Granada)

Las caricias en el tratamiento de pacientes pueden mejorar su confort, ya que se estimulan unas zonas cerebrales específicas que proporcionan bienestar, ha asegurado el jefe de Neurofisiología del Hospital de Bellvitge, Jordi Montero.

El doctor Montero ha impartido una conferencia en el centro hospitalario de LHospitalet de Llobregat.

Durante la conferencia titulada «Neurofisiología de la caricia», ha utilizado diferentes técnicas de estudio para explicar la importancia de las caricias en el aprendizaje humano y las relaciones sociales.

Montero ha insistido en que la neurociencia demuestra que las caricias activan unos receptores específicos en el pelo de la piel que transportan esta sensación directamente a las áreas cerebrales que regulan las emociones de manera singular; es decir, que estas zonas no se pueden activar de otra forma.

Ha subrayado también que la caricia es un elemento presente en la naturaleza, sobre todo en los mamíferos, que por ello acarician continuamente a su cría cuando nace.

En este sentido, ha reivindicado la necesidad de que los familiares den cariño físico a los más pequeños, y ha indicado de que si un bebé durante su primer año de vida no reciba suficiente contacto humano puede presentar carencias en su desarrollo.

Montero ha recalcado que las caricias y el contacto, ya sea hacia familiares o hacia enfermos, se debe producir desde el respeto y siempre con educación.

Para el médico, la cultura es fuente de reparos, ya que en muchas ocasiones no se sabe si se actúa de forma adecuada.

Pero insistiendo en ello, ha abogado por hacer pedagogía y fomentar estos contactos suaves en todos los ámbitos de la vida, desde la familia hasta el trabajo, pasando por las amistades.

A su entender es conveniente fomentar que los cuidadores acaricien a los enfermos graves o terminales para aportarles confort y reforzarles emocionalmente.

Este tratamiento a través de las caricias, del cariño y del consuelo lo ponía habitualmente en práctica Santa Teresa de Calcuta. A lo largo de su vida fueron millares los niños, los enfermos y los moribundos que trató, y a todos dejó el embriagador perfume de esa acertada caricia, de esa palabra amable, de ese gesto lleno de esperanza. Esos enfermos, a los que sólo les quedaba un leve atisbo de vida, pedían a la Madre Teresa que les acariciará, que les abrazará, que les dijera una palabra de cariño. Y así, un día y otro, la Madre Teresa recorría Calcuta buscando a esos pobres paupérrimos para consolarlos, para curarlos, para llevarles el apropiado alimento y para llevarles a través del cariño la esperanza y la luz eterna del Dios verdadero. Igualmente la vida del papa Francisco se puede sintetizar con una palabra ternura, esa delicada ternura que hace posible el amor. El amor rompe barreras y acaba acariciando; el odio y el egoísmo crean el abismo de la indiferencia y de la insensibilidad, y nos aleja de los demás y de Dios. EFE

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