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Los saharauis de Ribadesella

10 de Octubre del 2016 - José Manuel Alonso Blanco (Oviedo)

Sí señores, como lo ven, en Ribadesella tenemos: rumanos, africanos, latinoamericanos, etcétera, pero solo dos saharauis. Que son los hermanos Bachir y Salamo.

El mayor se llama Salamo Ouarga, pero no es un iletrado, pues es ingeniero de Minas por la Universidad de Moa Holguina. Además, debido a su trabajo, también es maestro chocolatero y lo hace bien.Los zapatos, sardinas, teléfonos móviles, etc, de chocolate todos salen de sus manos. Es decir, en Ribadesella además de gente de baja ralea (como decía el Quijote) tenemos un ingeniero-artista, algo así como el electrón (dualidad onda partícula).

Salamo profesa como religión el Islam, pero el bueno, el que manda “amaros los unos a los otros como yo os he amado”, “Alá es grande y nunca manda matar al prójimo”. En fin, profesa una religión con valores. Zapatero, don José Luis, cuando mandaba algo, nos hablaba de la “Alianza de civilizaciones”. Yo propondría una “Alianza cristianismo-islamismo”, pues ambas religiones son buenas, como he dicho, educan en valores.

El hombre es el que lo estropea todo, con sus tiranías, guerras, terrorismo, muerte y desolación.

Salamo lleva ocho años enRibadesella trabajando codo con codo con Ángel Ampudia. Es educado, como todo buen profesional, además es un todo terreno, pues además de maestro chocolatero, hace de cocinero, es decir, trabajo de lo que haga falta.

El que escribe conversa mucho conSalamo. Hablamos del problema o problemón del Sahara.

Haciendo un poco de historia, recuerdo que en el año 1975, el rey Hassan de Marruecos inició la famosa “marcha verde sobre el Sahara”.Era otoño y el general Franco estaba moribundo. Nuestro anterior rey, Juan Carlos I, era jefe de Estado en funciones y había por tanto un vacío de poder.

Hassan lo detectó y nos atacó con miles de personas andando y desarmadas.

Nuestro glorioso ejército español inició una retirada táctica, hasta las posiciones correctas para la defensa de nuestro Sahara español. Se colocaron campos de minas delante de nuestras tropas.

El rey JuanCarlos I voló en helicóptero desde Madrid al Sahara para levantar la moral de la tropa. Los oficiales y suboficiales, profesionales militares, la tenían bien levantada, pero así los soldados de reemplazo, que habían ido a cumplir el servicio militar y no a la guerra.

Yo, en concreto, estaba en primero de carrera, con 18 años y veía el telediario de la tres de la tarde. Pensaba que si la cosa se complicaba tendría que ir a la guerra en defensa de nuestro Saraha español. Mis padres estaban muy apesadumbrados pues yo soy su único hijo. Pero como decía mi padre, que hizo la mili en Melilla, y casi deja allí sus huesos por una colitis, haremos lo que diga el gobierno, que es el que manda.

Nuestros ejércitos habían ganado la batalla al marroquí, pero en lucha noble y sin trampas, pues éramos netamente superiores.

Pero ante una masa humana indefensa y de desarrapados, ¿qué batalla se podía ganar?

Imagínense a nuestro ejército disparando y matando marroquíes que solo portaban la chilaba. Y sin armas.

Las televisiones de todo el mundo dispararían sus cámaras sobre el acontecimiento y España quedaría en mal lugar.

La transición democrática no había empezado, pues Franco estaba dando sus últimos coletazos.

El gobierno totalitario de España firmó un tratado de paz con el marroquí, “El tratado de Madrid” teledirigidos por Estados Unidos.

A nuestro glorioso ejército se le ordenó retirarse y abandonar.

Hassan paró la “marcha verde” y todos felices, todos menos el pueblo saharaui, al que vendimos con este tratado.

Marruecos trató de colonizar lo más pronto posible el Sahara y obviar todo recuerdo español-saharaui.

Empezó a explotar los fosfatos de fosbucra (los mejores del mundo, etc.). Los saharauis protestaron ante las autoridades mundiales.

Ganaron varias batallas políticas. La ONUmandó hacer un referéndum de autodeterminación, pero a Marruecos le da pereza y tiene miedo a perderlo.

Un desastre la diplomacia internacional, pues debía de ser que “lo que dictamine la ONU va a misa”.

Pero no es así. Cambiamos algo para que todo siga igual.

José Manuel AlonsoBlanco,

Oviedo

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