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De la tuna, la SGAE y mi vecina del 6.º

7 de Diciembre del 2009 - Félix Martín Martínez (Oviedo)

Sabemos de la fuerza huracanada de la crisis, hasta hace poco simplemente desaceleración (por cierto, un concepto muy musical). Sabemos de la enorme necesidad recaudatoria de todos los colectivos artísticos, todo esto y mucho más. Lo que nunca alcanzamos a imaginar es que la SGAE tuviese tal capacidad para esquilmar a la sociedad, tal y como se ha propuesto, al parecer.

Pues bien, la última locura de la Sociedad General de Autores es que la tuna (presente en la Universidad española desde sus propios inicios, siglo XIII) tenga también que tributar a la hora de cantar en sus rondas, pasacalles y demás. Tiemblo sólo de pensarlo, ante la posibilidad incluso de que la propuesta llegue a tener efecto retroactivo. ¡Cielos! Y es que quien fue tuno antes que fraile, por medio mundo y parte del otro; quien durante tantos años ha rondado por las calles de Vetusta alegrando balcones y colegios femeninos; centros benéficos, geriátricos, hospitales y hasta centros carcelarios; alegrando bodas y comuniones, banquetes y hasta divorcios; caracoleado en mil pasacalles para maravilla del planeta completo, podría verse ahora inmerso en una deuda eternamente impagable. Eso sí, para gloria de los señores de la SGAE, tan decentes ellos. Hay que contribuir a salir de la crisis, y nada mejor que los escolares de la estudiantina, habrán pensado tan insignes intelectuales.

Pero resulta que vivo sin vivir en mí, y últimamente me da por cantar en la ducha con la ventana de par en par; el eco suena en el patio de mi casa, y a la vecina del 6.º, alegre como unas castañuelas, le da por hacerme la segunda voz. Me pregunto: ¿me cobrará por ello la SGAE, tal vez a mi vecina, o al eco? ¿Y cuando me da por bajar silbando por las escaleras? ¿O qué decirle a la señora ecuatoriana que viene a trabajar a mi casa, empeñándose en su afán por alegrarnos la tarde con sus bellísimas melodías quiteñas? ¿Tendrá también que contribuir con la SGAE, o por el contrario habremos de amordazarla para que no se le vaya lo comido por lo servido? Es más, a mi precioso periquito, y a fuerza de tanto escucharme la celebérrima canción Tengo una muñeca vestida de azul, le ha dado por cantarla día y noche. ¡Dios mío!, ¿tendré que encapuchar a mi pobre pajarito o tal vez tributar yo en su nombre? Por cierto, mañana, como cada domingo, iré a misa y cantaré como cristiano. ¿Me pasará el cepillo el sacristán o la SGAE?

En fin, a lo que íbamos. La SGAE ha lanzado un globo sonda en su afán recaudatorio, amenazando con cobrarle a la tuna el impuesto revolucionario. Pues bien, desde aquí informo con gusto a la SGAE que todavía conservo flamante el traje de tuno su capa y cintas impolutas. Que mi maestría como bandurrista y como cantante sigue in crescendo, que el disco duro de mi repertorio musical ha crecido tropecientos mil megas y que mi figura esbelta y gallarda presenta la misma lozanía tunantesca de siempre. Que estoy dispuesto, en definitiva, a volver a empezar si fuera necesario, con tal de que los indigentes de la SGAE salgan de su pobreza. No estoy tan seguro de que con ello pudieran también salir de su miseria. ¡Aúpa tuna!

Félix Martín Martínez, ex componente de la Tuna Universitaria de Oviedo

Oviedo

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