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Lección del maestro Trevín

11 de Octubre del 2016 - José Terente-Terente (Gijón)

Según el DRAE, entre las acepciones admitidas por nuestra ilustre y regia institución, la palabra "mariscal" significa "militar que antiguamente tenía el cargo de aposentar la caballería". Pues bien, en un breve artículo publicado por LA NUEVA ESPAÑA el pasado 09-10-2016, el mariscal de Llanes, señor Trevín, se ha postulado como defensor de la opción de que gobierne Rajoy, es decir, "terceras elecciones, no".

En el artículo justifica esta opción sin salirse un ápice del argumentario puesto en práctica por el socialismo inorgánico de la gestora que se conformó tras el vía crucis de Ferraz. Es decir, el mariscal Trevín es de los a-diestrados, y no de los a-siniestrados. Bueno..., ¡es una opción! Sin embargo, concluye su arenga en defensa del adiestramiento de toda la cuadra equina diciendo lo siguiente (algo que, confieso, ¡me ha dejado muy afectado!): "Digamos con claridad a la ciudadanía por qué es necesario, en estos momentos, subordinar la ética de los principios a la ética de la responsabilidad". ¡Ahí es nada! Intuí que la frase encerraba algo trascendental, de modo que bajé la pantalla a la barra de tareas y me puse a investigar.

Tratándose de una cuestión ética en la órbita de la política, lo importante no es tanto qué se dice como quién lo dice. Si fuera una cuestión matemática, el orden de los factores no altera el producto. Pues bien: que el mariscal de Llanes ponga en la punta de la lanza mediática la "ética de la responsabilidad" sólo puede ser para tomarnos el pelo. En una democracia seria, esto es un insulto muy grave a la inteligencia política. Usted, con esta palabrería empalagosa, trata de enmascarar su propia responsabilidad en el cisma socialista, echando sobre su féretro político la bandera nacional. No le reprocho por ello. Esta "táctica" de camuflaje (en expresión usada por su camarada Javier Fernández) está de moda en este país desde hace ya demasiado tiempo, incluso para "tapar" asuntos aun más indecentes. Pero vayamos al asunto. Usted ha sido alcalde de Llanes, y ya que habla de "ética de la responsabilidad", ¿sabe quién es María Jesús Otero? Le recuerdo una noticia de LNE 26-01-2011: María Jesús Otero era maestra en Nueva de Llanes cuando su amigo Antonio Trevín hacía lo propio en Hontoria, un pueblo de al lado, como quien dice. Ambos formaban parte del que en Llanes se conocía como el "clan de los maestros".

Por vía de principios, no puedo condenarle de nada sin sentencia firme de igual tenor. Pero ya que a usted le parece mejor la ética de la responsabilidad, por esto le pregunto si tiene algo que decir sobre este asunto, que nos tiene un tanto mareados.

¿De verdad nos quiere hacer tragar que tiene usted entidad moral alguna para dictar encíclicas pastorales a la comunidad socialista?, ¿sabe usted en qué consiste la ética de los principios? ¿Puede explicar usted cómo proclamar la ética de la responsabilidad si no se tienen, por principio, principios?

Pues yo sí se lo puedo explicar. Y es muy sencillo. Y así puedo decirle a usted, y también a su pináculo intelectual del momento, el señor Fernández Fernández, a la sazón presidente de la gestora y, al parecer, también de Asturias, que la prosa, y no el verso, que tanto les gusta no es más ni menos que un miserable ventilador de los horrores de ese socialismo inorgánico con el que propagar el hedor que se desprende, naturalmente, en todo proceso de putrefacción.

Se me antoja que ustedes juegan el papel de "simples alquimistas de gabinete". Es decir, que ejecutan, para su propia salvación, el "opus magnum" del ya pintoresco bufón del capitalismo tardío, sir Felipe González Márquez. Si quiere hablar "con claridad a la ciudadanía", hágalo. Deje de entonar canciones de caballería, de emplear palabras ecuestres. Sea usted leal consigo mismo. Subordine, si quiere, la ética de los principios a la ética de la responsabilidad. Pero sea una u otra, aplíquesela primero a usted y, por tratar de engañar a los ciudadanos (y de traicionar a los suyos, a los principios socialistas), coja el caballo y cabalgue en dirección Sur, todo lo deprisa que pueda.

Caballero Trevín, díganos usted la verdad honrosa, si quiere en verso, si quiere en prosa; ponga en obra al corcel, arríbese sobre la montura y, una vez en lo alto, con pecho abierto y fusta en mano, azuce la bestia ecuestre gritando hasta el espasmo: yo soy caballero honrado y abandono este burdel. Tome formas y cuidados, siga librando esta batalla, lejos de donde llega la metralla, que los principios de los que tanto corre, así los halla, ya nos son dados en Primaria. Gracias, maestro.

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