La Nueva España » Cartas de los lectores » El discípulo amado

El discípulo amado

14 de Octubre del 2016 - José María Izquierdo Ruiz (Oviedo)

Estas líneas obedecen al escrito de la novelista Carmen Gómez Ojea publicado el 10 de septiembre en LA NUEVA ESPAÑA y titulado "El aldeano de lengua aramea" (que mejor pudiera titularse "Jesús de Nazaret", pues esta ciudad distaba de ser una aldea, y Jesús, de ser un rústico inculto). En él se lee que "Jesús de Nazaret no sólo no demonizó la homosexualidad, sino que, con libertad y sin clandestinidades, tenía un discípulo al que amaba especialmente y al que en los Evangelios se le llama "el discípulo amado", "el discípulo al que Jesús amaba", "el mismo discípulo que durante la Última Cena estuvo recostado sobre él, que lo abrazaba tiernamente; el mismo discípulo amado que se mantuvo al pie de la Cruz, junto a María, la madre de su Maestro, y al lado de otras mujeres...". ¿Se podría entender, o malentender, que Jesús tenía relaciones íntimas con el evangelista Juan y orientación homosexual? En los Evangelios no se lee que Jesús amara a Juan "especialmente", ni que –salvo el propio Juan– lo llamara el "discípulo amado". No hay, por tanto, base sólida para pensar en dicho tipo de relación.

De los cuatro Evangelios canónicos, sólo en el de Juan aparece el término discípulo amado o similar (13, 23.18, 26.20, 2 y 21.20), "el discípulo a quien amaba Jesús, el que en la Cena se había recostado en su pecho..." (Juan 21.20), y ni siquiera Juan dice que fuera "tiernamente". Lo que parece verosímil es que en ese supuesto recostarse de Juan éste tratara de acercarse a Jesús para saber quién era el discípulo que iba a traicionarle: "A uno de ellos, el amado de Jesús, que estaba recostado en él, Simón Pedro le hizo señal para que preguntara a Jesús quién era el traidor. El que estaba recostado ante el pecho de Jesús le dijo: 'Señor, ¿quién es?'. Jesús le contestó: 'Aquél a quien yo mojare y diera un bocado". (Juan 13.22-26). La versión de la Biblia de Nácar-Colunga interpreta ese reclinarse como medio de que Juan pudiera hablar a Jesús en secreto con sólo volver la cabeza, y Jesús con él con sólo inclinarse hacia delante. Tampoco ninguno de los tres Evangelios sinópticos menciona que Juan estuviera en el Calvario junto a las mujeres. Por otra parte, siendo paradigma de aquel cristianismo el "amaos los unos a los otros como yo os he amado", cabe entender que se trataba de un mero amor espiritual y que todos los apóstoles eran amados por un igual.

Más plausible es que el discípulo más querido por Jesús fuera Magdalena. Caben pocas dudas de que las palabras de Jesús "donde quiera que se predique el Evangelio en todo el mundo se hablará de lo que ha hecho esta mujer para memoria de ella" (Mateo, 26.13 y Marcos, 14.9) se refieren a María Magdalena y se deben a todo lo que hizo por Jesús y por sus discípulos, por la unción de Jesús: "Derramando este ungüento sobre mi cuerpo me ha ungido sobre mi sepultura" ("lo tenía guardado para el día de mi sepultura"), por su presencia en el Calvario junto a otras mujeres, por la búsqueda del cuerpo de Jesús en el sepulcro para embalsamarlo. Junto a Marcos (16.9), el propio Juan (20.13-18) dice que fue a Magdalena a quien primero se apareció Jesús resucitado y le encargó anunciar el hecho; de ahí, y de su mayor espiritualidad, la preferencia de Jesús y que se la tenga como el "apóstol de los apóstoles".

El Evangelio apócrifo del apóstol Felipe, recogido por la Editorial Católica en su "Biblioteca de Autores Cristianos", dice: "La compañera de Cristo es María Magdalena; el Señor amaba a María más que a todos los discípulos y la besó en la boca. Los demás le dijeron: '¿Por qué la quieres más que a todos nosotros?'. A lo que Jesús contestó: '¿A qué se debe el que no os quiera a vosotros tanto como a ella?'".

Sobre tal preferencia tomó partido Leonardo da Vinci quince siglos después, pues en su temple-óleo mural de Milán "La Cena", desaloja a Juan de su lugar a la derecha de Jesús para ser sustituido claramente por una figura de mujer, presuntamente María Magdalena, que se reclina no hacia Jesús, sino hacia Pedro, quien, con gesto airado, parece indicarle que pregunte a Jesús quién es el traidor. Una escena, con similar relevo, se encuentra en el retablo de la abadía cisterciense de Cañas (Rioja).

Juan Evangelista, el autodenominado discípulo amado, murió a edad avanzada en Éfeso. María Magdalena, la discípula amada, en la Provenza. Hoy es, junto a Juan –el Bautista–, la patrona de las órdenes contemplativas.

Cartas

Número de cartas: 45922

Número de cartas en Septiembre: 26

Tribunas

Número de tribunas: 2080

Número de tribunas en Septiembre: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador